El minuto de silencio cuando matan a una mujer es una manifestación de fariseísmo y un acto que llega a resultar patético si no fuera por la fallecida. El que de verdad le hace justicia a la mujer asesinada es su asesino cuando se ejecuta a sí mismo porque eso no es un suicidio, es una ejecución, la ejecución del débil que no ha tenido el valor de afrontar los tiempos en que una mujer sale por fin de su escondrijo, rompe con las tradiciones, en gran medida impuestas, e intenta respirar un ambiente irrespirable. Ahora es ella quien tiene otro desafío, aparte de combatir con todos los que la ayudemos a los asesinos: no imitar este mundo sino levantar otro mucho mejor. ¿Lo logrará?
Darle a la mujer sus derechos de una vez por todas es la mejor forma de apoyarla. No hace mucho, la mujer contaba con un programa sanitario muy acertado para vigilar el cáncer de mama con exámenes a quienes por herencia genética son segmento de riesgo. Ya no existe, se ha devaluado, lo recorta la misma institución que siempre está con la mujer y sus derechos en la boca, que habla de paridad –otra pamplina secundaria- y que funda instituciones por las que se cuelan quienes viven a costa de decir que son muy feministas.
Si se desea defender a la mujer, ¿dónde están las disposiciones que obliguen de una vez a aplicar aquello de a igual trabajo igual salario? ¿Dónde están las legiones de inspectores laborales que tomen nota de los acosos laborales, sexuales, y que obliguen a aplicar la Constitución? ¿No han metido en la cárcel a los políticos catalanes por incumplir la Constitución? Entonces, ¿cuándo van a entrar en la cárcel los responsables políticos de Europa y España que no cumplen las constituciones que hablan de igualdad de derechos en el trabajo?
Y en Sevilla –desde donde escribo-, sin ir más lejos y como paradigma de lo que ocurre en otros muchos lugares, tanto sacar pecho con el auge del turismo mientras los asalariados del turismo en general y las mujeres en particular son sometidas a unas jornadas laborales basadas en la codicia, donde pueden trabajar tres, trabaja una, que va de acá para allá como puede, sobrepasada por la asistencia de clientes (el colmo del abuso se ejerce con las que adecentan las habitaciones en los hoteles). Esas y otras mujeres de otros trabajos no tienen tiempo para su familia, ni siquiera para ejercer su derecho a procrear, algo que el falso feminismo convierte en casposo, como dicen ahora los progres.
Hay muchas formas de violencia y la peor es la hipocresía a costa de la violentada, la apuesta por lo fácil. ¿Cómo terminar así con los asesinos? DIARIO Bahía de Cádiz Ramón Reig