A Juan Carlos Aragón, autor carnavalero de más de 40 agrupaciones, como me informan los medios, le sentencia el médico: tiene usted una enfermedad incurable. Y se muere con 51 años. “No somos nadie”, decía mi madre y aún lo afirman no pocos. Sí que somos alguien, y algunos bastante más que alguien, pero es verdad que hay que darse mucha menos importancia de la que creemos tener.
Llevo un tiempo sin aparecer por este medio. No es sólo por trabajo y porque ultimo un libro que, espero, sea mi mejor libro sobre comunicación e historia desde un enfoque filosófico. Es también por cansancio digamos espiritual, me suele suceder a veces que caigo en la cuenta de lo innecesario que son mis textos en una sociedad donde ya todo el mundo opina y cree saber mucho. Para qué una opinión más si ahora en la cultura digital apenas tenemos tiempo de leer y los públicos no leen, sobre-leen y picotean de aquí, allá y acullá. Mi ordenador no reconoce la palabra acullá y la subraya en rojo, al igual que el WhatsApp posee grandes lagunas ortográficas y de concordancias. Pero eso no importa en estos tiempos, sólo es relevante “pinchar” aquí y allá, en un teclado u otro, de una pantalla a otra y tiro porque me toca. ¿La sociedad del conocimiento? ¿La juventud más preparada de la historia de España? ¡Por favor!, ¡que ya estoy harto de éxtasis cibernético!
Pero la muerte de ese creador gaditano de quien nunca había oído hablar me ha impulsado como un resorte a escribir porque me ha recordado que tengo amigos con enfermedades muy graves que saben que tal vez el fin esté cerca, porque tarde o temprano le va a tocar a un servidor, porque ayer operaron satisfactoriamente de algo no grave a un ser muy querido y nuevamente caí en la cuenta de que por mucha libertad y democracia que haya y que queramos, lo realmente importante es que en los momentos en los que la fragilidad humana dice aquí estoy, gocemos de una buena sanidad, una sanidad cada vez mejor, pública y gratuita, y para eso no sólo hace falta una buena gestión pública sino que todos los ciudadanos nos concienciemos de que la sanidad es para usarla bien, no para llenar las urgencias por afecciones secundarias o para discutir con el personal sanitario por creerse que en lugar de derechos se tienen privilegios.
Hay un excelente personal sanitario en Andalucía, antes con el PSOE y ahora con el PP-Ciudadanos a los que ya están acusando de querer privatizar la Sanidad. Si lo hacen yo seré el primero en maldecirlos porque quiero recordarles que las ideologías que los sustentan tienen detrás a la doctrina social de la Iglesia, a los principios éticos del capitalismo desde el siglo XVIII y a los derechos humanos que el propio mundo capitalista se otorgó a sí mismo en 1948.
Lástima que todo eso aún no sirva para lograr que Juan Carlos Aragón no haya muerto tan pronto pero según el pensador Yuval Noah Harari, se estima que hacia 2070 el humano ya habrá logrado la a-mortalidad, es decir, la cura de todas las enfermedades. Claro que todo empezará por los más privilegiados económicamente pero al menos ese enorme paso para la Humanidad ya estará ahí, si lo permiten los antivacunas, claro, otro perverso producto de la posmodernidad que, como afirmó Mario Bunge, es la filosofía de los imbéciles. DIARIO Bahía de Cádiz Ramón Reig