Los varones occidentales han perdido el 60 por ciento de sus espermatozoides en cuarenta años. ¿Y qué?, ¿para qué sirven ya los espermatozoides si las parejas van sustituyendo al hijo por la mascota? ¿Si cada vez hay más mujeres que no quieren procrear y los hijos no se van nunca de casa? ¿Para qué, si tenemos a más del 40 por ciento de la población joven en paro y muchos de los que trabajan lo hacen de forma precaria que eso ni es trabajo ni es ná?
El tiempo del Alberto Closas, padre de La gran familia, ya pasó. Ese hombre sí que debía tener buen semen, acertaba cada vez que consumaba una cópula buscando un retoño o los que Dios quisiera. Hoy se sigue acertando cuando no se debe a pesar del 60 por ciento. ¡Qué tiempos aquellos de Alberto Closas! ¡Qué raza! Entonces –y antes de entonces- se vivía más despacio y eso iba a favor de la calidad del semen. Dicen también los que entienden que los espermatozoides de los que ya somos duritos (espermatosaurios) experimentan mutaciones, que algunos no tienen ni cola ni cabeza. Ahora me explico por qué mucha gente va por ahí como pollos sin cabeza, es que engendramos y parimos muy mayores y entre eso y que luego dale que te pego con el estrés y la sociedad digital, el semen occidental, jodido.
Asimismo, afirma la ciencia que lo del semen pachucho es asunto de sociedades industrializadas, que el tema no va con los sudamericanos ni con los africanos, por ejemplo, y que hay que cuidar la alimentación y alejarse de zonas contaminadas. Entonces, ¿dónde está el problema? Uno, España ha salido del no crecimiento poblacional gracias a los inmigrantes que van volviendo con su semen guay. Dos, hay que preparar a una raza de sementales hispano-occidentales para que no nos extingamos y fecunden a las damas que así lo deseen, haberlas, háylas, aunque no pocas féminas aguanten a las envidiosas feministas que las critican cuando se quedan encintas tal vez porque ellas no tienen agallas para afrontar tal responsabilidad y les es más cómodo ir de posmodernas. Tres, en cuanto a las mutaciones, la ciencia dixit que son simplemente morfológicas, no impiden la reproducción, aunque es recomendable una fecundación in vitro para que el laboratorio elija el mejor espermatozoide y con él fecundar al mejor óvulo.
Lo dicho, no hay problema, a seguir jugando con las maquinitas, a criar barriga con la cerveza y el Madrid-Barça, a hincharse de series en Netflix, a seguir con el estrés para triunfar, que los niños ya vendrán de París, como siempre. DIARIO Bahía de Cádiz