Quién me iba a decir a mí, con lo rojo que he sido, que iba a escribir un texto otorgando mi comprensión y un apoyo considerable a la labor de la Guardia Civil. Es su trabajo, cobran por él, pero a estas criaturas del tricornio siempre les toca bailar con la más fea (¡ostras!, ahora me ha salido una expresión machista y la Guardia Civil vendrá a detenerme por incitar al odio contra las feas, como Los Sirex hicieron con su canción Que se mueran los feos. ¡Que sea lo que el marqués de Peñaflorida quiera!). Contra los bandoleros, contra el maquis, contra ETA, control de migrantes, contra los ortodoxos nacionalistas catalanes…
Hay episodios de la Guardia Civil que son de vergüenza, desde la macro hasta la micro-historia. No los voy a recordar y voy a pasar por alto que algunos agentes jóvenes hayan visto demasiadas películas gringas. Me voy a quedar con detalles como que es muy cómodo hablar desde el progrerío de salón en lugar de estar a pie de tajo, bregando con la realidad. Este verano me subí en un barco de los que en el Estrecho enseñan orcas, delfines, atunes y otros bichos. Pero también vi diez o quince motos marinas que iban, a plena luz del día, con fardos de droga y algún que otro migrante a las costas de Cádiz, Málaga o Granada, no diré que con toda tranquilidad pero sí con toda explicitud. Y si esto es de día y en plan individual qué será lo colectivo, qué fácil es hablar de expulsiones en caliente, de vulneración de derechos humanos, y condenar a los agentes que están en primera línea del problema sin que puedan expresarse libremente para contarnos todas las aristas de unos acontecimientos tan complejos. Y ahora, Cataluña, allí que están, a los pies del toro emocional independentista, para que todas las frustraciones de los que creen que la culpa de sus taras siempre la tiene “España” se descarguen con ellos.
En la ficción de la película Algunos hombres buenos, un coronel de la base de Guantánamo le dice a un Joven Aunque Suficientemente Preparado oficial militar y abogado: “¡Tú llevas una vida de lujo gracias a la seguridad que te proporciono! ¡Tú no puedes soportar la verdad!”. Me da la impresión de que si la Guardia Civil hablara, pocos podrían soportar la verdad.
Hubo guardias civiles que apoyaron a la República y en los años 80 el cabo Rosa Recuerda fundó un sindicato clandestino y apareció, preso, en el Castillo de Santa Catalina (Cádiz), con el puño en alto. Los han olvidado, les han tapado la boca pero aquello también fue la Guardia Civil. DIARIO Bahía de Cádiz