Un joven ha agredido a su madre con una cuchilla porque ella no le arreglaba sus problemas de conexión a Internet para que él pudiera seguir con sus videojuegos. Nunca he creído que nuestra juventud sea la mejor preparada de la Historia. Puede que sea la peor de los últimos decenios. Mi abuelo era más aguerrido que mi padre, mi padre más fuerte que yo, yo más que mis hijos y mis hijos más que mis nietos porque el sufrimiento ha ido de más a menos y sólo el sufrimiento te permite valorar lo que tienes. No hay bienestar sin sufrimiento.
La paradoja es que la juventud actual padece un enorme sufrimiento pero no se lo estamos dejando superar los padres y educadores, no ayudamos para que el otro supere sus obstáculos sino que los superamos nosotros por ellos y eso no es amor, es miedo y egoísmo. Criamos a gente débil y los débiles son peligrosos porque, al no tener autoestima y capacidad de resistir, no controlan sus impulsos y agreden con más facilidad. Es la reacción de la persona líquida en una sociedad líquida donde el hijo no persigue la aprobación de los padres sino que son los desorientados padres los que desean ser aprobados por sus hijos.
No hay actividad extraescolar donde no estén los padres detrás, los menores se limitan a pedir, no a conquistar desde lo más pequeño a lo más grande con esfuerzo, somos una sociedad de padres y profesores castradores que toleramos de todo, desde botellonas hasta que los estudiantes reciban becas con asignaturas suspendidas, con lo cual estamos despreciando el talento y el esfuerzo de quien aprueba y además lo hace con notas altas, a esos habría que darles diez becas pero no, las minorías brillantes se sienten extrañas en una sociedad asamblearia que no hace otra cosa que hablar de igualdad cuando esa igualdad –tal y como se entiende hoy- es el germen de la injusticia y la discriminación del talento, por eso se nos ha llenado el país de mediocres a causa de unos gobernantes mediocres.
Cuando Tocqueville escribía sobre la democracia, advertía que no habíamos preparado nada para afrontar la responsabilidad de ser democráticos. Tenía razón. La política se ha tomado la democracia como un negocio para captar votos pero la democracia exige mucho más, empezando por educar a unos jóvenes para el mundo salvaje que hemos levantado, peor laboralmente que la dictadura franquista donde -otra paradoja- se educaba con mayor solidez. Ni tanto ni tan calvo, la herida de esa madre es la de toda una sociedad resignada y pasiva. DIARIO Bahía de Cádiz Ramón Reig