Dice la Constitución que tenemos derecho a una información veraz. Qué difícil es lograr eso. Por lo general, lo que compruebo cada día es que existe una información de medias verdades que es la peor de las mentiras, la desinformación, la información mendaz.
El periodismo vende unos objetos que se llaman enfoques, noticias, todo al gusto de su consumidor para conservarlo. El consumidor de uno u otro medio no quiere una información veraz sino mendaz que le permita seguir viviendo en el sueño eterno de su sueño. Cuando termino una conferencia o charla propias de mi condición de profesor y periodista a veces me suelen preguntar: “¿Entonces qué periódico me recomienda usted?”. “Pues mire, un periódico de periódicos”. Desde luego no la radio ni la televisión generalistas y comerciales, lo primero es una formación previa que está en los libros clásicos y en los buenos profesores que te ayuden a comprender el sentido de la historia universal. A partir de esa base, se enfrenta uno a la información y a la comunicación y, si se ha adquirido un buen método de comprensión, hasta se divierte uno con la información mendaz.
Qué divertido es escuchar esa propaganda socialdemócrata y supuestamente feminista y solidaria de la Cadena Ser, esa propaganda descarada hacia la Junta de Andalucía, esa publicidad encubierta, ese pluralismo aparente. Qué divertido es escuchar esa Cope de lenguaje fácil y nostálgico de una sociedad que jamás volverá. Confieso –ya que hablo de la Cope eclesiástica- que, a mi edad, y puesto que mi cerebro tiende al conservadurismo por fenómenos puramente neuronales, a veces me siento atraído por esas ideas tan de cetro, espada y mitras y debo desarrollar un esfuerzo mental para no dejarme llevar por ellas como no me dejo llevar por el falso progresismo de la Ser. No hay mal que por bien no venga, la información mendaz me permite mantener joven el cerebro y divertirme, como cuando se supone que me informan y las noticias de economía están patrocinadas por Caixabank o el Santander o la Once es buena por naturaleza porque siempre está pagando publicidad, una publicidad que proyecta la idea de la ganancia fácil, sin esfuerzo, y a eso lo llaman la ilusión de cada día, ya tenemos la chispa de la vida de Coca Cola y la ilusión de cada día de la Once: que me toque un dineral con un simple numerito para no trabajar más porque como se sabe el trabajo es un castigo divino.
Las grandes ilusiones espirituales, filosóficas, políticas, han sido sustituidas por las marcas, a eso se llama adoctrinamiento mercantil –disfrazado de obra social a veces-, el adoctrinamiento que lleva al vacío interior absoluto y la gente debe correr a refugiarse en otra información mendaz: la de los youtubers o los predicadores vendedores de humo, en general, que en lugar de estar estudiando se aprovechan del semejante y hacen bien, a ver si espabila el personal. No se ilusionen, no lo hará nunca.
Es divertido ver en los debates televisados a unas personas elegidas según su labia y de acuerdo con grupos de poder, escenificar una supuesta pugna de opiniones en la que se da un ejemplo a la audiencia sobre cómo no se debe debatir ni dirigirse al prójimo. Se sitúan como en la Revolución Francesa: los supuestos de izquierdas a un lado del presentador y los de derechas al otro, a mí me ha pasado, me sitúan en la izquierda, qué poco saben lo que pienso, voy de rojo útil para el pluralismo cuando yo ya no soy rojo, sólo intento ser yo. El presentador nos dice: “Interrúmpanse”, o sea, que haya sangre, que haya sangre, que si no el público cambia de cadena. Yo no le echo cuenta al currante de lujo que pretende ser informador y sólo es un actor más del teatro en que están convirtiendo al periodismo. Tal vez por eso servidor salga poco en la tele y me alegro, estoy mejor en casa, soy imprevisible y además ya hace años que Pierre Bourdieu dijo que salir en la tele tal y como está no es un prestigio sino al revés. Si me llaman voy, me divierto. Y si no, mejor, estudio, alguien tendrá que hacerlo.
En los planes de estudios universitarios hay que añadir nuevas asignaturas para los estudiantes de periodismo. Por ejemplo, Artes Escénicas, Fisiología Gimnástica de la Lingüística o Retórica de la Nada. La primera de ellas se deduce de lo que he dicho, la segunda es para que los periodistas de los informativos de radio proyecten las noticias mendaces a una velocidad aún mayor y la tercera persigue el arte de hablar sin decir nada o diciendo todos los días lo mismo que es lo mismo: nada, porque la información carece de contexto y sin contexto no hay texto ni periodismo.
La información mendaz no es responsabilidad de los periodistas, eso que quede claro, ni siquiera debe llamarse periodismo sino comercio, mercado, dar a los públicos aquello que desean, como el que va al bar de la esquina porque en él se supone que ponen los mejores chipirones a la plancha del mundo. La información mendaz sólo la combaten los buenos ciudadanos, los demócratas de verdad, esos que buscan aquí y allá datos con los que enterarse de lo que ocurre, sin temor a leer ni escuchar enfoques que no les gusten. Pero qué pocos ciudadanos de esos hay, de ahí que la democracia no sea más que una quimera, un mal necesario aunque insulte a la inteligencia, una fuente de datos para la información mendaz que confunde a la democracia con un cotilleo constante del tú eres más, protagonizado por quienes ya no podemos llamar padres de la patria por nuestra propia estabilidad psíquica. Lamentable pero divertido. DIARIO Bahía de Cádiz Ramón Reig