“A igual trabajo, igual salario”. Es una evidencia pero, ¿quién vigila que el trabajo sea igual entre todos, hombres o mujeres? En el sector público en el que me desenvuelvo (la universidad) no detecto una estrecha vigilancia para darle a cada cual según su trabajo, más bien observo burocracias cuantitativas en distintas manifestaciones y ciudadanos que, sin creer en lo público, buscan acomodo en esa lumbre para asegurarse un sueldo digno y desde ahí dedicarse a lo privado o simplemente a verlas venir.
Otra cosa es en el sector privado donde hay personas a las que llaman emprendedoras que, como se juegan su dinero y su dignidad, siguen de cerca la actividad de sus trabajadores a veces hasta el paroxismo y con látigos invisibles en forma de leyes que los gobiernos les regalan para que generen puestos de trabajo (reformas laborales, por ejemplo) o en forma de tensión continua en un ambiente de valores que llegan desde arriba, se llame moral luterana/calvinista, estilo Walt Street o temor al Dios judaico.
El problema central es que muchísimos humanos –trabajadores del sector público, por lo general- se escaquean de sus responsabilidades, cuando pueden, y si se trata del sector privado, aparece el hombre lobo contra el hombre y entre un sector y otro la casa sin barrer y la mayoría de la gente no vive sino que sobrevive. Esta podría ser una de las explicaciones de por qué los sistemas comunistas se han venido abajo y una de las causas por la que tampoco funciona el sistema de mercado aunque sea el qué más se adapta a la innata crueldad interhumana.
Cuando las mujeres exigen igualdad salarial con los hombres no sólo aplaudo el hecho sino que creo que numerosas mujeres se merecen más sueldo que no pocos hombres. Pero si hay que aumentar el gasto en salarios para lograr la igualdad, pregunta de Perogrullo, ¿quién va a pagar ese nuevo gasto? He leído estos días a Alejandra Kollontai, ministra con Lenin. Claro que hay machismo, pero esta mujer distingue entre las feministas de pose y las revolucionarias y, sobre todo, defiende la maternidad y tiene claro una cosa: mujeres y hombres, de la mano, deben cambiar las condiciones socioeconómicas para que la mujer logre sus derechos, esto es, afirma Kollontai, implantar el comunismo. Y ya vemos lo que eso ha significado. Y comprobamos que el capitalismo desea producir al menor costo posible. O sea, que el asunto va para largo, si es que tiene solución. Por ahora, todos y todas lucharán entre ellos y ellas y a río revuelto… DIARIO Bahía de Cádiz Ramón Reig