El mejor presidente de la península ibérica es Carles Puigdemont, ha logrado lo que no pudieron hacer Suárez, Calvo Sotelo, González, Aznar, Zapatero y, por supuesto, Rajoy: que mucho personal en Cataluña y otros lugares de España se sacudan el ancestral complejo de inferioridad español y saquen las banderas constitucionales de los cajones, tiendas especializadas en productos patrióticos o incluso tiendas chinas del internacionalismo capitalista.
El peor presidente de la piel de toro es Rajoy. El representante de España unidad de destino en lo universal ha fabricado millones de señeras independentistas con eso de que España es Castilla. Ahora empieza a reconocer que la Constitución no está grabada en piedra -a la fuerza ahorcan-, y escucha a Pedro Sánchez mientras Ciudadanos hace de poli malo. Rajoy provoca un subidón del independentismo y Puigdemont del nacionalismo español, esto es el Celtiberia show del recordado Luis Carandell o una película de Berlanga de la saga de los Leguineche.
El presidente catalán está curando a la gente del complejo de sentirse español y abrazar la bandera que tenemos porque alguna hay que tener, los humanos no se unen por la razón sino por un universo simbólico que va desde las banderas hasta las camisetas de fútbol, pasando por los superhéroes, somos tan débiles y vulnerables que necesitamos objetos a los que llenamos de significados. Bien, ya que esto es lo que hay, como decían Schopenhauer y Mao, partamos de lo que hay. Las emociones mueven la historia mucho más que la lucha de clases, si los norteamericanos colocan sus banderas por todas partes y les va tan bien (con nuestra colaboración), nosotros lo mismo. No me avergüenzo de haber colonizado América, chapó para mis antepasados. No me avergüenzo de que los Reyes Católicos botaran al Islam (no me agrada que botaran también a los judíos), reconozco el valor del Islam como también su decadencia, no me gusta nada esa cultura en estos momentos y a muchos islamistas tampoco, yo estoy con ellos.
Que el lendakari Urkullu no acuda al 12 O es una falta de cortesía hacia una colectividad unida por los siglos y la geografía. En el caso de Puigdemont, lo mismo, con el agravante de que es el patriota español de moda (no quiere independizarse). Y que no vaya Iglesias (el Lenin de Anguita) es ya anecdótico, mejor así porque el que con niños se acuesta, cagado amanece. O sea, que vamos bien, dentro de lo que cabe, a lo mejor llegamos a ser un país como la mundialización manda. ¡Qué carca soy! DIARIO Bahía de Cádiz Ramón Reig