Hay un programa de chismorreos en TVE a la vez divertido y deprimente. El otro día aparecieron Francisco Rivera –Paquirrín- y el torero Ortega Cano, entre otros. Sentí pena una vez más por esta profesión que he ejercido durante más de quince años y desde hace veintisiete enseño en la universidad, dentro de mis capacidades. Periodistas con títulos bajo el brazo, con experiencia y con mucha paciencia, persiguiendo a dos sujetos anodinos por más que los hayamos hecho populares –que no famosos ni célebres-, aguantando el silencio ante unas preguntas de personas que hacen su trabajo e interrogan con educación para cubrir las demandas de sus receptores.
Los tipos, caminando, callados, sin pararse ni siquiera por educación para atender a quienes les deben su popularidad, incluso a veces esta forma de actuar está pactada para que ganen así el dinero que no han sido capaces de ganar de otra manera. Y los llaman artistas, artistas del toreo, artistas del cine. Contra nuestra voluntad, nos han colado toda la vida de Paquirrín desde que nació hasta sus 34 tacos recién cumplidos. Y toda la viudez de Ortega Cano, al que se le veía dependiente de la personalidad de Rocío Jurado.
El mérito principal de Paquirrín es ser hijo de, ya está. Pero le reímos las gracias y lo molestamos en sus cuitas que sólo le deberían preocupar a él. Sin embargo, más adoramos a Ortega Cano. En su momento (2013) leí en la prensa: “El Juzgado 6 de lo Penal de Sevilla le ha condenado por un delito de homicidio con imprudencia grave y otro contra la seguridad vial por conducción temeraria al chocar con otro vehículo a 125 kilómetros por hora en una vía limitada a 90. El diestro invadió durante 60 metros el carril contrario y adelantó antes de una curva sin visibilidad”. Pero por ahí va, libre y alabado por cierta prensa que intenta vender ensalzando a quien ahora no es ejemplo de nada, al revés.
Lo que más siento es que el periodismo casi se esté limitando a esto, a las noticias anzuelo, a las falsas noticias y a lo de siempre: ruedas de prensa –que es promoción de unos y otros- y copiar y pegar comunicados de prensa. Eso no es periodismo. Y lo más grave no es eso sino la pobreza que demuestran los públicos de ciertos programas. El periodismo tropieza con seis Pes determinantes: Públicos, Propiedad, Publicidad, Política, Producción e incluso algunos Periodistas más identificados con el poder que con los problemas sociales. Muy poco hablan los medios de esto. Es lógico, descubrirían sus cartas. Silencio. DIARIO Bahía de Cádiz Ramón Reig