Otro año se va y otro llega. Me ha felicitado mucho personal y eso me mola, estas fechas me encantan porque me dejo llevar por el ambiente de luz y las fantasías que encierra, es recordar el paraíso perdido, esa vida paralela a la real que el humano se construye para poder soportar la de verdad. También recuerdo a mis difuntos, claro, pero a ellos los llevo clavados todo el año, la vida no es igual sin ellos, digan lo que digan y tengas los hijos y nietos que tengas. Pero hay que seguir, no tengo nada mejor que hacer.
Hay ciudadanos que no saben a qué dedicarse por estas calendas y otros las consideran consumistas. A los primeros les recuerdo -con perdón- que sólo se aburren los tontos, ya hubiera querido yo de mocoso esta Navidad sevillana, cargada de todo para todos, mejor que la de Londres y otras ciudades que se las dan de lo que no son. A los segundos les aconsejo que ignoren el fenómeno consumista, ¿tienen ellos algo mejor que ofrecer? Yo soy enemigo del consumo y creo que el capitalismo es culpable del noventa por ciento de los males del planeta pero el mismo capitalismo es pirómano y bombero, enciende y apaga, por ejemplo con Youtube y su música para todos los gustos, yo me avío con música navideña de relax mientras trabajo y que salga el sol por Antequera. No hay que irse fuera de nosotros mismos para hallarle un mínimo arreglo a nuestra angustia.
Algunos colegas profesores, amigos, conocidos, católicos practicantes todos, me felicitan por el Niño que va a nacer. Les devuelvo gustoso el saludo y les recuerdo que mi Jesús es el que predicaba el cura Diamantino García, el del canónigo José María González Ruiz, el del los obispos Romero y Cámara, el del cura y exministro sandinista Ernesto Cardenal, el de Antonio Machado, que anduvo en la mar y no colgó del madero, el de León Felipe, que vino a encender hogueras y no a apagarlas.
De lo anterior se derivan mis deseos para 2018 que serán los mismos hasta que me muera porque esto no tiene arreglo -para qué nos vamos a engañar- sólo leves cambios en el decorado. No me gusta el rey Felipe ni el papa Francisco, nunca se mojan de verdad, hablan de los pecados pero no de los pecadores, los católicos de postín se las han ideado para ir de ricos y caber por el ojo de una aguja mientras que son los rojos los que tienen que ser buenos y justos. Mejor para ellos y peor para todos por caer en la engañifa. Falta un látigo y fuera los mercaderes del templo sagrado de la vida. No caerá esa breva. El mundo es como es. DIARIO Bahía de Cádiz Ramón Reig