Hoy es imposible que, aunque una masa de ciudadanos no lleve razón, eso se reconozca abiertamente en medios de comunicación y esferas políticas. La democracia yace aplastada bajo la losa de un mundo que sólo habla en clave cuantitativa. Si una institución experta y científica advierte de forma reiterada y pública que viene una tormenta de nieve que te dejará a su merced dentro del auto durante horas si osas salir de vacaciones bajo su amenaza y al final el hecho es cierto, ni el mundo mediático ni el político apoyarán a la institución.
El cliente siempre lleva la razón y la masa son receptores para el negocio mediático y votos para el negocio político (mientras más votos, más poder y más dinero). La democracia está corrupta sobre todo después de la implantación progresiva del mundo mercantil. Se comprueba perfectamente el asunto reflexionando sobre la lectura del libro de Luccio Ordine, La utilidad de lo inútil, un texto que a mí no me convence demasiado (una transmisión indudable de doctrina postmoderna pulula por sus páginas) pero que ofrece textos de todos los momentos históricos, en los que mentes muy brillantes cargan contra la sociedad que cree apostar solamente por lo útil cuando para Montaigne –sin ir más lejos- todo en la vida tiene utilidad, hasta lo aparentemente inútil.
Lo peor es que quienes nos han llevado a esta situación son los encargados de sacarnos de ella, si es que queremos que nos saquen. No vamos a llamar a los fascistas o a los nazis para que pongan orden porque ese orden es paralizar la Historia por medio de cuatro ideas epidérmicas.
El mercado está enfermo desde sus más altas esferas, la zorra guarda hoy el gallinero y lo que en otros momentos atemorizó a los zorros hoy se dedica al misticismo laico. “¿Quién salvará a este chiquillo/ menor que un grano de avena?/ ¿De dónde saldrá el martillo/ verdugo de esta cadena? Que salga del corazón/ de los hombres jornaleros/ que antes de ser hombres son/ y han sido niños yunteros”. Ay, Miguel Hernández, me hago viejo, los jornaleros no existen, la agricultura está subsidiada, Marx cumple en 2018 sus 200 años de vida y de muerte, sus proletarios se atascan en la nieve y se extasían con el Real Madrid-Barcelona y los marxistas están muy malitos o han fallecido. Todo está nadando en una democracia putrefacta que da vueltas sobre sí misma, donde, usando la expresión de León Felipe, los políticos son los payasos de las bofetadas. Hablamos mucho de don Quijote pero lo hemos matado entre todos. DIARIO Bahía de Cádiz Ramón Reig