Hay que hablar con los dirigentes actuales de Cataluña, por supuesto. ¿Se imaginan que en Andalucía se hubieran producido en los últimos diez años decenas y decenas de manifestaciones igual o con más gentío que aquella del 4 de diciembre de 1977 y que hubiéramos votado andalucismo y un estatuto nuevo para gobernarnos y quisiéramos más competencias pero que a todo eso se le hubiera respondido con medidas judiciales y policiales? No, no se lo imaginan porque aquel espíritu ilusionante de la transición hace tiempo que nos lo robaron comprándonos con ayudas europeas y centralistas y porque aquí no ha habido nunca verdadero sentimiento andaluz, aquí echamos mano de Blas Infante porque no había otro pero a Blas Infante cuando vivía no lo seguía casi nadie y el dinero que entró en Andalucía en la Edad Moderna procedente de América no generó una clase hegemónica activa y trabajadora sino una nobleza pegada a la villa y corte, a la cruz y a la espada. Mientras en Cataluña veneraban a sus ilustrados aquí queríamos fusilar o desterrar a los nuestros: Alberto Lista, Blanco White, Pablo de Olavide, Antonio Machado…
Media Cataluña a favor de la independencia es mucha gente como también es mucha la otra media en contra, ¿el 155 otra vez? Exactamente, ¿con qué finalidad? ¿Arreglar el problema? ¿Cómo? ¿Por cansancio?, ¿con represiones que aumenten aún más el deseo de irse de la nación española y para que desde el exterior crean que estamos poco menos que cometiendo un genocidio porque los catalanes independentistas han ganado la batalla mediática en el extranjero?
Ya sé que Cataluña es un pueblo vencido por los Borbones en el siglo XVIII pero va siendo hora de tratarla de otra manera, hace bastantes años que habría que haber dialogado con sus representantes pero España no está siendo gobernada exactamente por españoles sino por castellanos viejos, antiguos, por la Castilla que apoyó a la Inquisición, a Franco, menospreció a los Estados Unidos en la guerra de Cuba y se negó a asumir lo que ha construido al mundo actual, para nuestra suerte y nuestra desgracia: el protestantismo y el judaísmo.
Y ahora viene el “pero”. No confío en Pedro Sánchez como interlocutor. El problema se ha encabronado tanto que si este hombre débil y mediocre logra algo será un milagro que celebraré, me morderé la lengua y lo mismo que ahora desconfío, mañana le daré un aplauso si llega a buen puerto que es, ni más ni menos lograr aquello de ni para ti ni para mí, un consenso en torno a estos puntos y adelante con la España plural, incluso con la Iberia plural. ¿Quién respalda a Sánchez? No me refiero a Iglesias que es un engañabobos y un simple fenómeno mediático, un piquito de oro, como definían antes en el mundo comunista a estos sujetos. ¿Qué poderes reales respaldan a Sánchez?, ¿cuál es la estrategia a seguir?, ¿qué persigue este hombre realmente?
Supongo que una cosa tendrá clara, él mismo lo dice: se dialoga, sí, pero sobre la base de la unidad española, si se ponen muy bordes, extremadamente bordes los independentistas, se rompe la baraja y se acabó porque una constitución derivada de una transición que, en contra de lo que se dice oficialmente, no fue modélica sino que murió mucha gente lográndola –sobre todo jóvenes como los que se manifiestan en Cataluña e incluso más jóvenes que ellos, luchadores antifranquistas-, no la van a usurpar por la fuerza una banda de perroflautas que ni siquiera representan a la mitad de los catalanes. DIARIO Bahía de Cádiz Ramón Reig