La fría belleza de nuestras mujeres es un hecho real y convincente. Y digo que es fría porque ellas pasan frío durante los inviernos. Ellas -las insustituibles féminas- representan el poder de la vida, la fertilidad y los cambios de las estaciones… según sus atuendos personales, que siempre han de marchar unidos a las últimas mencionadas.
Que la moda es una industria, y todo el mundo lo sabe, que genera miles de puestos de trabajo, trabajo para ganarse la vida, y alcanzar un nivel de prosperidad aceptable. Quedan a medias -como nosotros lo hombres- en cualquier conferencia dada por el conferenciante/a de turno, que será un neófito en el arte de la comunicación mediante la palabra -salvo raras excepciones-. Pero siempre ellas sin las media puestas, que mejoran su lucimiento (¿Esto es un verdad como un templo?). Y vuelvo a insistir respecto a nuestras hijas de Eva: Quedan a medias sin las medias puestas…
Y es que cuando llega el invierno-las mujeres, nuestras beldades-sienten la necesidad de exhibir sus esplendorosas figuras, y siempre o casi siempre sin medias en las piernas-para cazar cualquier resfriado-, y brazos desnudos al aire al sentarse en cualquier cafetería. “¡Qué guapas estamos y cuánto nos miran y desean al pasearnos hacia el lavabo de señoritas! Pero al final de cuentas… cuánto frío hemos pasado”, terminan argumentando. Uno entiende que lo más natural hubiese sido colocarse un chal, cuando el símbolo común del invierno-que es el frío-, así lo demanda. Y ¡santas pascuas!
No es bueno quedarse a medias en una conferencia- de distintos temas-, pero siempre con medias puestas –las mujeres-, si el reloj del tiempo -el invierno-, así lo demandare…
Y termino diciendo: “Salir, y en invierno, sin prendas de abrigo, sin medias y en sandalias… me parece una solemne tontería, postura empleada por algunas mujeres, pues el invierno hará presa fácil en estas últimas, llegando a contraer una gripe venidera y no deseada para nadie y por nadie”.
Cuando la ciudad en que vivimos tiene un tiempo cambiante, húmedo y frío suele ser muy embarazoso saber cuándo se deben poner medias las hijas de Eva. Y el objeto consiste en no pasar frío en las muy pocas calurosas mañanas de los meses de entretiempo. Estamos hablando de España…Ver a famosas (y otras que no lo son) lucir sus piernas, y en pleno diciembre, al aire y en diciembre se está convirtiendo en algo ya habitual.
Y es que las medias en las mujeres -dado que están tan guapas con o sin ellas- es algo muy personas, pero aquellas que tienen los pies sobre la tierra prefieren ponerlas: tornean y dan color a los ojos de los hombres…que aman a las mujeres por encima de todo.
Entristece comprobar que las prisas, el estrés, el exceso de trabajo–para unos y otros–, las comodidades… nos mediaticen de tal manera nuestros corazones que nos hacen olvidar que poseemos “corazones vivos” para amar, desear, que se convertirán en corazones muertos de nuestra propia soledad, si no los usamos de forma racional, humana. Dice un proverbio chino: “Sólo se consume el que no ama, pero quien ama da hasta los huesos a los demás”.
Había casi nadie. Corrían las siete de la tarde cuando me encontraba tomando un cafetín, y ojeando revistas “matacorazones”. Entró en el establecimiento la hija de un buen amigo mío -por el que siento gran afecto-, que me dijo: “¿Dispones de cinco minutos?”. “Y de cinco mil”, le contesté. Clavó su mirada sobre mis ojos, y exclamó: “¡Deseo ser madre, lo necesito…!”. En mi sesera pululaban mil y una preguntas, y le inquirí-tratándole de ayudar-: “¿Estás embarazada, quizá?”. Al pronto, respondió: “¡Ni mucho menos!…”. Me comentó que salía con chicos, tipos -casados y solteros-, y que “más valía no hablar de sus…”.
También me explicó que su vida pasional-ley del deseo sexual-así la resolvía, mas su corazón aparecía frío, con color de muerto. Esta semejante nuestra ha sido y es una competente mujer siglo XXI: tiene talento, escribe libros, es maestra del Estado…formando parte del organigrama social por méritos propios. Mi buena amiga -salvando edades- es atea, no cree en los hombres y menos aún en el amor. Así me lo confesó, y anuencia me dio para comentarlo.
En cualquier caso, mi contertulia es una criatura valiente -hermosa, guapa e inteligente-, que escogió su voluntaria soltería. Es decir, el afrontar la vida lejos de sus progenitores, siendo responsable de sus propias decisiones. Esta solitaria y amorosa mujer -sabe que “el amor es una flor demasiado preciosa para cortarla” (proverbio chino)-, prosiguió con sus confesiones amigables. Así, desalojó de su interior miedos y temores con soledad. Y me dijo más: “Necesito dar (entregar) cariño a alguien, necesito un ‘hombre’ para fabricar un bebé -el de mis sueños-, pero ¡maldito sida!: tropiezo con él a la vuelta de cualquier esquina”. Es evidente, hoy por hoy, que existen niños/as educados y bien, por sus madres solteras.
Ante sus temores -que son los nuestros- aconsejé: “Busca un hombre -¡qué los hay!-, que respete tu cuerpo y temple tu alma”. Explícale tu proyecto amoroso -le dije-, pues hallarás ese hombre x. Él te transmitirá sus sentimientos de admiración, aprecio y agradecimiento…, que dejarán huellas perpetuas en el interior de tu vientre .Ésta es nuestra soledad de amor que estamos creando. Paradojas de las postrimerías de nuestro siglo XX: un solo niño, una sola madre también. Erikson mantuvo que “las mujeres están destinadas a tener hijos”. Se equivocó, como seres humanos que somos. En verdad esta muchacha estaba mendigando maternidad. Si mi hija, de su edad, me hubiese pedido consejo, quizás, mi corazón. DIARIO Bahía de Cádiz