“La fama es como un río que lleva a la superficie a los cuerpos ligeros e hinchados, y sumerge a los pesados y sólidos”. F. Bacon.
Vaya por delante que no somos de los que creen que la fiesta de los toros sea algo de lo que nos debamos sentir orgullosos los españoles ni que, el hecho de enfrentarse con un morlaco sea un arte, aunque debemos reconocer la cosa requiere valor y temple. El acudir a las tradiciones, señor Rivera, tiene el peligro de que, cuando ojeamos la Historia, en ocasiones podríamos comprobar como muchas de las tradiciones que existieron en tiempos pasados y otras que, por desgracia, perduran en nuestro país; han resultado ser verdaderos monumentos a la crueldad, la brutalidad, la superstición, el fetichismo o la idolatría respecto a determinados comportamientos o costumbres.
La crueldad gratuita con los animales y convertida en un espectáculo, más propio del circo romano que del siglo XXI, como es el continuar martirizando a inocentes bestias poniéndoles antorchas encendidas en las astas, como ocurre con los toros o atándolos a una columna para asustarlos, martirizarlos y vejarlos o, todavía más sádico, alanceándolos y acosándolos para asesinarlos despacio y con todo el dolor posible para la bestia, como es el caso de la fiesta brutal de famoso toro de La Vega; aún que y a pesar de que sea un festejo que data desde el medievo; sin olvidarnos de barbaridades como la de lanzar aves o cabras desde lo alto de un campanario, no deja de ser una muestra más de lo que la raza humana es capaz de hacer cuando se trata de infligir torturas, no sólo a sus semejantes, que también., sino a todo ser viviente con el que comparte este planeta en el que vivimos.
No nos hable usted de tradiciones toreras ni se nos ponga docto pretendiendo ser tan importante que se sitúe por encima de las normas y las leyes que afectan a todos los españoles, sean famosos o no lo sean. Usted puede defender la fiesta de los toros, como otros consideramos que hace tiempo debiera de haber sido erradicada de este país; lo que no puede pretender es que no se le critique por el hecho de llevar en brazos a su hija, de pocos meses, mientras torea a una becerra; aunque usted considere que estas críticas sean por el hecho de vivir del toreo y constituyan un ataque frontal a las corridas de toros. Porque, diga lo que diga, la realidad es que ello entraña un peligro potencial para el bebe porque, permítame que se lo diga, por muy experto que sea usted en su profesión, el poner a su hija en trance de que un simple error humano o un accidente la pudiera dejar a merced de la vaquilla, ya es cometer una imprudencia. ¿Cuántas veces le ha cogido a usted el toro? ¿Cuántas veces se equivocó en el ruedo y salió trompicado? ¿Estaba usted o no seguro de que dominaba la situación? ¡Pues no nos salga con bravatas, desplantes o críticas a los que consideramos que, tanto usted como cualquier persona que ponga a una criatura de corta edad en peligro sin necesidad, es responsable de una impudencia por la que se le ha de recriminar! Si usted decide poner su vida en peligro es cosa suya pero, y no comprendemos como su madre lo pudo consentir, lo que usted haga con su hija, por muy enterado que crea usted estar, ya no lo es.
Y, llegados a este punto, tengo que poner en duda el criterio de señor fiscal que lo recibió para que prestase declaración sobre este lamentable suceso, si como usted afirma, se limitó a tratarle con cortesía y buena educación, algo que corresponde hacer a cualquier autoridad en todo momento y con cualquier persona que sea, llegando a la conclusión de que su juego con su hija y la vaquilla no constituía delito alguno, de los comprendidos en el Código Penal, algo que es evidente, no empece a que usted arriesgara la integridad de una menor.
En todo caso, me niego a creer que el señor fiscal se limitara a saludarle y reconocer que no existía delito en su actuación, sin que ello fuera acompañado de una advertencia y una recomendación de que evitara, en lo sucesivo, poner a su hija en situaciones semejantes. Usted no lo dice, se limita a hacerse el ofendido y criticar a quienes consideran su acción como reprobable y poco juiciosa. Aprovecha para arremeter a los que piensan que el espectáculo taurino debiera de desterrarse de nuestro país, entre otras razones porque, la vida de los animales, es importante y, si es necesario sacrificarlos para consumirlos, eso no significa que debamos martirizarlos antes de matarlos y que, su sacrificio, en todo caso, debe hacerse con las mayores garantías de que sea con el mínimo dolor y trauma para las bestias.
Lo que pasa que, en este país, y en otros por desgracia, el famoseo tiene mucho peso y los hay que, por pertenecer a determinadas estirpes, ya sea del toreo, de de la farándula o de cualquier otra profesión o espectáculo, parecen creerse que tienen patente de corso para actuar a su aire, sin tener la obligación, como el resto de ciudadanos, de cumplir con las leyes. Y esto mismo lo comprobamos cada día en otros deportes, como es el caso del fútbol, donde que hay futbolistas y equipos de fútbol que parece que son intocables y que son sus propios socios o seguidores los que se olvidan de que, también sus pupilos, están bajo el imperio de la ley cuando la incumplen, no pagan sus impuestos, circulan como locos conduciendo sus bólidos o se permiten insultar a la patria o exhibir en los estadios deportivos símbolos en contra de España y de quienes simbolizan su unidad e independencia.
Podemos comprender que sus compañeros de profesión, todos los que viven en el entorno del festival taurino, incluyendo a los ganaderos, quieran defender el espectáculo y busquen todos los argumentos creíbles o basados en las tradiciones, para asegurarse su sustento de cada día y las elevadas retribuciones que perciben, en este caso sólo los matadores, por presentarse ante los toros. Visto lo visto, más vale que no se hagan demasiadas ilusiones, porque cada día son menos los que se interesan por este tipo de espectáculos y son más los que piensan que, la crueldad o el maltrato animal, debieran eliminarse de una vez de este país, si es que queremos que las gentes que nos visitan no se lleven una falsa idea de cómo somos los españoles.
Es evidente que usted pertenece a una familia que ocupa las primeras páginas de la prensa rosa, de las revistas taurinas, de la información general de los periódicos y revistas y, también, en algunos casos, por ciertas rencillas familiares y por tropiezos en los tribunales. Pero no olvide que toda esta parafernalia, toda esta fama y todos los chismes, dimes y diretes que rodean a toda su familia, no le permiten situarse por encima del resto de ciudadanos que, aunque no tuvieran el valor o la inconsciencia de torear a un toro bravo, es muy posible que, ganando menos por supuesto, tengan una mejor preparación, hayan cursado carreras, sean más cultos, se hayan esforzado más para conseguir sobrevivir en un país donde no se regala nada y, por consiguiente, tengan al menos el mismo derecho que usted a juzgar una situación que, a todas vistas, requiere un aviso y una advertencia.
Estamos viviendo una situación especial en nuestra nación y es muy posible que nos veamos enfrentados a unos cambios que, para nada, vayan a contribuir a que nuestras vidas mejoren o, simplemente, se mantengan en las mismas condiciones que en la actualidad. Es cierto que, como dice el señor Rivera, haya muchos otros temas que preocupen más a la ciudadanía; es evidente que las perspectivas a las que nos vamos a enfrentar no sean las mejores para ser optimistas, pero sí deberemos intentar que nuestros comportamientos, nuestras convicciones morales, nuestra ética y nuestro ejemplo para el resto de los ciudadanos, sea el que quisiéramos que tuvieran aquellos que aspiran a mejorar nuestro país.
O así es como, señores, desde el punto de vista de un ciudadano de a pie, sin acritud pero con la convicción de que es necesario expresar nuestra opinión con entera libertad, como intentamos hacerlo siempre, en esta ocasión hemos tratado un tema menor, pero que no deja de tener su enjundia, si queremos intentar, dentro lo posible, ayudar a mejorar nuestra sociedad. O al menos, con la mejor voluntad, en ello estamos. DIARIO Bahía de Cádiz