“Quién bien tiene y mal escoge, por mal que le venga no se enoje”. Refrán castellano.
Que nadie ponga en duda que nos quedan unos días trascendentales, no sólo para los españoles como ciudadanos, sino también para España que, sin duda, se esta jugando el ser como nación, si se confirmara que determinados grupos políticos alcanzaran la posibilidad de gobernarla, durante los próximos cuatro años. Desde el fallecimiento del general Francisco Franco puede que nuestra patria no haya pasado por unos momentos de tanta tensión, inestabilidad política, amenaza a su unidad y peligro de involución respecto a todos los avances conseguidos durante años de democracia pacífica, de progreso económico y de consolidación de nuestras instituciones; a pesar de que se han tenido que soportar años difíciles, como consecuencia de una crisis de carácter mundial que ha puesto a prueba el aguante del pueblo español, que tuvo que someterse a la prueba de los recortes, la contracción económica, el paro, la bancarrota y la grave crisis de la construcción, hasta entonces principal motor económico de nuestra nación.
Precisamente, cuando se empezaban a notar signos de relanzamiento, se atisbaban los primeros rayos de luz de una esperanza futura y nuestra maquinaria económica empezaba a aceitar sus rodamientos para iniciar de nuevo su expansión por Europa; como si hubiera sido algo preparado de antemano y puesto en ejecución en el momento crucial, para conseguir producir el mayor mal posible a nuestro país; han aparecido dos grandes amenazas a las que ahora nos toca hacer frente en el corto periodo, de apenas unas pocas semanas, que son las que nos separan de los inminentes y trascendentales comicios de finales de este conflictivo año 2015. Nunca determinadas cadenas televisivas podrán pagar, a los ciudadanos españoles, el mal que su inconsciencia, su afán de notoriedad y su deseo de destacar, arrebatando al resto una parte de su audiencia; aquellos periodistas de izquierdas, aquellos presentadores que se creyeron conseguir fama y dinero dando publicidad a un grupo, como el del señor Pablo Iglesias, el líder de Podemos, y sus estrafalarias propuestas políticas, sus absurdas ideas de cómo tratar nuestras relaciones con el resto de Europa y su desfachatez juzgando, amenazando, descalificando a los actuales gobernantes y prometiendo cambios radicales capaces de llevar de nuevo, a España, al momento en el que el PSOE tiró la toalla y se apartó del camino; cuando convocó elecciones para el 11 de noviembre del año 2011, en el momento en el que, el país, estaba al borde de la banca rota y a punto de solicitar el rescate de Bruselas.
Entraron como un huracán, se comieron de un bocado un pedazo de ciudadanía española, deslumbrada por sus apariencias de inocencia política y consiguieron que, a muchos españoles, la piel no nos llegara al cuerpo viendo la posibilidad de un retorno a aquellos tiempos del Frente Popular, de febrero del año 1936. Abarcaron demasiado y el atracón acabó por indigestárseles, como se ha demostrado en las últimas encuestas en las que, poco a poco, parece que las aguas de la sensatez vuelven a sus cauces y lo que se escondía debajo de aquellas caras de niños traviesos no era más que un deja vú, tantas veces visto, de un nuevo sistema comunista (en nada distinto de los ya conocidos) venido de Venezuela y apadrinado por el cacique y dictador bolivariano, señor Maduro. Sin embargo, la sabandija no deja de ser peligrosa y todavía tiene veneno suficiente para hacer mucho daño, especialmente en aquellos que siguen escondiendo en sus entrañas, incapaces de olvidar y perdonar, el reconcomio, la suspicacia y el despecho de la derrota de sus antecesores de izquierdas que perdieron la Guerra Civil española en abril de 1939. Podemos sigue, afortunadamente sin la pujanza que los convirtió en peligrosos, pero sin haber entregado las armas e intentando volver a recuperar, mediante el engaño, cubriéndose con la piel de cordero y simulando haber renunciado a sus extremismos radicales, el brío con el que saltaron a la arena política hace apenas un año.
El otro peligro, que ya se va anunciando desde hace unos años, ha llegado a su momento crucial después de las elecciones autonómicas de Catalunya de 27S, que han dejado un panorama infernal del que, unos y otros, intentan sacar provecho; cuando la realidad ha sido que, todos los partidos que concurrieron a ellas han salido mal parados del evento. Una consulta, que los separatistas anunciaron como “plebiscitaria”, devaluando su verdadero carácter de meramente autonómicas, resulto que los votantes, por mayoría del 53%, se pronunciaron en contra de la independencia de Catalunya. Incapaces de rendirse quisieron argumentar que, en número de escaños, también habían vencido, cuando, como se ve en las discusiones para elegir el presidente de la Generalitat, tampoco era cierto que su mayoría fuera absoluta y que, es evidente, que precisa del apoyo de otras formaciones, en este caso las CUP, que han decidido no dar su brazo a torcer y exigen un candidato distinto al señor Mas.
Alguien anuncia ya unas nuevas elecciones (ya sería la cuarta consulta en poco tiempo) para el próximo mes de Marzo, lo que, incluso para los catalanes puede ser demasiado. Entre tanto, en su empecinamiento de seguir su camino hacia la independencia, el lunes, mañana, la señora Carme Forcadell, la presidente bisoña del Parlament, someterá su famosa propuesta independentista para ser aprobada por la cámara catalana. La situación no puede ser más kafkiana, si se toma en cuenta que todo este proceso, a pesar del intento del señor Homs de vender las amenazas del Estado como una ilegalidad, está sumergido de pies a cabeza en la más absoluta contradicción con la Constitución, el CP, el mismo Estatut de Autonomía y el más simple sentido común de cualquier ciudadano que vea asombrado como, una parte de una nación, pretende levantarse contra ella vendiendo que es su deseo democrático, cuando nada de ello es verdad porque, la verdadera democracia, reside en la totalidad del pueblo español que sería, en todo caso, a quien le incumbiera tomar tal decisión y siempre por los métodos legales marcados en la propia Carta Magna.
Cuando apenas quedan unos pocos días para las generales, tenemos en Catalunya la mecha de un golpe de estado que, a pesar de las tranquilidades que nos trasmite el Ejecutivo de Rajoy, puede conllevar situaciones de inseguridad, momentos de grave tensión y peligro de que, terceros interesados en sacar provecho de la situación, como los comunistas o los bolivarianos de Podemos, metan baza para crear algaradas, destrozos o, quien sabe si, incluso, enfrentamientos con las fuerzas del orden que pudieran provocar víctimas de las que valerse posteriormente para acusarlas de haber actuado con “crueldad” y “abuso de fuerza”. Las posibilidades de que lo que se tenga que dilucidar el 20D sea algo más de una transmisión civilizada de poderes entre dos partidos constitucionalistas, puede que quede descartada debido a que, la atomización del voto, pueda conducir a alianzas que podríamos calificar de “contra natura”, algo que, a la vista de lo anunciado por el señor Sánchez, del PSOE, está empezando a preocupar si se tiene en cuenta que no hace ascos incluso a poder llegar a acuerdos con partidos como Podemos, lo que les obligarían a aceptar propuestas, como la de acabar con la propiedad privada u otras similares, con lo que, las perspectivas de llegar a una recuperación y de seguir perteneciendo a Europa, cada vez serían más escasas para no decir imposibles.
Si les tengo que ser franco y decirles lo que pienso, no me acabo de fiar de la sensatez de nuestros conciudadanos, no veo claras las intenciones de todos aquellos que parece que lo que de verdad están esperando es acabar con todo lo logrado para iniciar una nueva aventura desde “0”. Nos recuerdan a aquellas otras manifestaciones como fue aquella de los Hippies ( en aquel caso inofensivos) o los movimientos indigenistas bolivarianos en las naciones americanas como Venezuela, Bolivia, Ecuador etc. en las que gobiernos aparentemente democráticos, han implantado con mano de hierro la dictadura más insoportable con lo cual han conseguido, no sólo mantener al pueblo en la miseria, sino también, acabar con sus economías, sus exportaciones y con la seguridad de sus ciudadanos que han quedado sometidos a las veleidades de quienes los están gobernando.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, sentimos la angustia que precede a la tragedia, ante el incierto resultado que pueda surgir de las urnas del 20D, si, como es posible que ocurra, no hay mayorías claras para gobernar, lo que pueda facilitar acuerdos entre formaciones políticas con ansias de alcanzar el poder que, no obstante, pudieran resultar verdaderamente letales para el futuro de España y su pueblo. DIARIO Bahía de Cádiz