Como me he quedado sin palabras me va a ser complicado escribir esta columna. Esto es algo que me sucede cuando me sobrepasa la realidad. La semana pasada me sobrepasó y si bien al principio sentí pena, después no me quedó más remedio que reírme. Resiliencia lo llaman.
Creo firmemente que decepción es una de las más tristes palabras del idioma porque además te deja en una situación de ridículo. Es como cuando alguien te tima y no lo denuncias porque sientes vergüenza. No es agradable, la verdad. Nada agradable.
Tal vez lo más sano en estas circunstancias en las que vivimos sea apagar la televisión, dejar los periódicos a un lado y desconectarse de las redes sociales. Tal vez así, dejando al sol que salga por Antequera, recuperemos la capacidad de volver a confiar. De momento me temo que es prácticamente imposible.
Qué pena. DIARIO Bahía de Cádiz