Las reveladoras andanzas inmorales del rey emérito irritan, indignan, soliviantan, hasta cabrean, más allá de que se tuvieran conocimientos o no. Pero no menos irritan, indignan, soliviantan, hasta cabrean, el comportamiento del resto de la familia del emérito.
La también abnegada emérita, que estaba pasando como la mujer despechada y sufridora en silencio de las correrías de su esposo, al parecer según esta trascendiendo, paliaba algo sus penas con las transferencias a través de cuentas offshore que recibía periódicamente cuentas opacas al fisco del crápula de su marido.
De la misma manera, que la afligida hija mayor del emérito que se desvivía y no dormía al ver sufrir en la lejanía y en la soledad a su progenitor, al parecer también estaba recibiendo parecidas transferencias como su madre. No tardaremos en saber que sus hijos también han estado recibiendo transferencias para seguir con su holgada y licenciosa vida. No son vástagos díscolos de por sí, lo deben ser porque algo han debido vivir en el seno de su familia que avalan su conducta. Del tal palo, tal astilla.
¿Cómo es posible que estos personajes sigan ostentando lugar en la línea de sucesión?
Pero si aún cabe más posibilidad para irritarse, indignarse, soliviantarse es que todo esto lo estamos conociendo gracias a las investigaciones de la fiscalía de Suiza, porque la española dice que no hay nada que investigar ni nada reprochable judicialmente contra el emérito y compañía. Tampoco la Agencia Tributaria ve indicios de delitos y se acogen a las regularizaciones sui generis acometidas por el emérito para cerrar el caso. Todo tan imaginativo, como aquel informe de la Agencia Tributaria que evitó que la otra hija del emérito pisara la cárcel junto a su marido.
¿Qué más tenemos que saber para, que más allá de sentarlos definitivamente en el banquillo, enseñarles el camino de la salida a esta mancha de vividores, holgazanes y garrapatas? ¿Qué otros papeles como los de Panamá o Pandora nos dejaran pasmados?
La inviolabilidad, la prescripción y las regularizaciones no quitan hierro alguno al comportamiento del emérito ni a los que se han lucrado externamente de ello, ni tampoco puede servir para allanar el regreso a España para seguir disfrutando a su antojo y a costa de todos sin que tenga que dar explicaciones de su conducta.
No, para quienes a cambio de una vida muy regalada solo se le pedía cierta ejemplaridad y devuelven conductas éticas y morales reprobables y hasta delictivas no puede haber presunción de inocencia que valga, ni tampoco para aquellos que ostenten plaza en la línea de sucesión y se benefician socialmente de esa condición.
Nada puede restañar algo el daño originado, la razón de Estado debe ser precisamente una contundente y enérgica reprobación social y retirada de privilegios sean de la índole que sean a todos y cada uno y no la que algunos esgrimen para pasar página y cubrir todo con un tupido velo. De lo contrario el descreimiento colectivo ante las instituciones llegarán a un punto sin posible retorno. DIARIO Bahía de Cádiz