Ganar a lo búlgaro se dice cuando en unas elecciones un candidato obtiene una mayoría, si no por el 100% de los votos, sí por el 99%. Y tan abultada que es, es sospechosa. No por ser ilegal o porque haya fraude, sino porque parece haber una curiosa disciplina de voto, ya sea condicionada con represalias o dádivas.
La expresión a lo “búlgaro” se empezó a usar para referirse a congresos, luego se ha ido generalizando para elecciones y situaciones donde solo hay un candidato que resulta elegido sin rival y por aplastante mayoría, sin discrepancias de ningún tipo, teniendo pinta de haber llegado para quedarse definitivamente y hacerse ley.
En el referéndum organizado por Fraga en 1966 para aprobar la Ley Orgánica del Estado que pretendía asentar el marco legal al régimen franquista, el entusiasmo de la administración franquista llevada por el miedo a represalias hizo que obtuviera el voto del 120% del electorado.
El alcalde de la Sanlúcar del Santo Régimen y mandamás de su partido no se ha atrevido a ir tan lejos como Fraga aunque se lo pidiera el cuerpo, ha sido supuestamente elegido a lo búlgaro con el 98% del respaldo de los militantes. Un dato muy propio de los regímenes autotárticos y muy propio también de la conocida gratitud estomacal que impera en dicha formación.
Recuerdan aquel que habiendo ganado las elecciones dijo aquello que “a España no la va a conocer ni la madre que la parió” y que después a los discrepantes de su partido le espetó eso de que “el que se mueve no sale en la foto”. Pues efectivamente, la Sanlúcar del Santo Régimen después de 15 años sigue siendo reconocida por la madre que la parió con todas sus carencias y debilidades, sin embargo, aquel que se mueve o incluso ose parpadear verá como su satisfacción gástrica queda en suspenso. Un riesgo que ninguno de los militantes está dispuesto a correr porque fuera del cobijo protector hace mucho frío, dada la escasa valía de por sí profesional y laboral que profesan la inmensa mayoría. Nada se cuestiona, en nada se discrepa, nada se debate y nada se pretende mejorar, salvo si es posible aumentar el tamaño de la tarta a repartir. Continuidad y virgencita déjame como estoy porque con las cosas de comer no se juega.
Este es el decadente régimen que infecta todo lo que toca y se expande por toda la ciudad que muchos por razones obvias no cuestionan para no perder sus prebendas y su estatus, otros indiferentes prefieren mirar hacia otro lado y los más, la sufren y padecen sin hacer nada por evitarlo.
Mientras un político esmirriado de dudosa moral y cuestionable ética que profesa amistades muy peligrosas, sigue ostentando la alcaldía haciendo gala de su incompetencia, desinterés, desidia para hacer que a la ciudad no la conozca ni la madre que la parió desde que engañando llegó al gobierno local. DIARIO Bahía de Cádiz