El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha anunciado que aumentará hasta un 2% del PIB, lo que supondría un aumento entre 10.000 a 12.000 millones de euros, el gasto militar, para así cumplir con el mandato de la OTAN al respecto. Algo que no ha sentado bien ni a sus socios de gobierno, Unidas Podemos, ni tampoco a los socios de investiduras. Tan solo ha recibido la aprobación alborozada de las derechas y el regocijo del ardor guerrero de la ministra de Defensa, Margarita Robles y de la inmensa mayoría de los distintos presidentes autonómicos.
Sorprende que en esta ocasión el presidente haya utilizado la palabra «mandato» al referirse al compromiso contraído con la alianza atlántica de aumentar gasto en armamentos hasta alcanzar el 2% del PIB nacional.
Sorprende, de igual manera, que una pandemia que lleva durando algo más de dos años y que ha puesto en solfa las carencias y debilidades de nuestro sistema de salud pública en todas sus vertientes y que tanto drama personal, social y económico está originando, no haya supuesto para Sánchez un mandato prioritario, así como el aumento en educación e investigación, tal como le ha recordado la vicepresidenta y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz.
No menos sorprende la actitud seguidista de la mayoría de los presidentes autonómicos al anuncio de Sánchez de aumentar el gasto en Defensa, sabiendo que ellos son los que tienen atribuidas las competencias en Sanidad y Educación que se verán afectadas.
Lo que no se ha atrevido decir el presidente es de dónde va a retraer esos 12.000 millones para gastos en Defensa, máximo cuando se verá obligado a reducir sustancialmente los impuestos en los combustibles y carburantes y la electricidad por el ritmo alcista de los precios de los mismos originado por las consecuencias de la injusta invasión rusa de Ucrania.
Con esta decisión unilateral del PSOE sin contar con sus socios de Gobierno y de investidura solo hay un ganador que no es otra que la industria armamentista nacional y, sobre todo, internacional, que verán incrementadas sustancialmente sus ingresos gracias a la guerra desatada contra Ucrania por el presidente ruso Putin. Decisión que va a originar desestabilidad en el seno del Gobierno, estabilidad de la que el presidente se vanagloria cada vez que puede.
Sin embargo, como siempre, habrá millones de perdedores. Los que, además, de estar ya padeciendo las consecuencias de la guerra en forma de subidas de precios en combustibles y carburantes, así como, en artículos de primera necesidad y de determinados alimentos, van a ver que como la Sanidad y la Educación Pública seguirán deteriorándose aún más y que las inversiones en mejora de infraestructuras se reducirán necesariamente.
En cualquier caso, entrar en una carrera armamentista es entrar en la peligrosa lógica de la guerra para resolver los problemas entre los pueblos que, además de no dar garantía alguna de que se resuelvan de forma satisfactoria para las partes, en el caso de la OTAN sería profundizar de nuevo en la formación de bloques que tanto sufrimiento y desestabilidad internacional ocasionó en el reciente pasado. DIARIO Bahía de Cádiz