Según el Diccionario de la RAE, un churrete es una mancha en la cara, en las manos o en cualquier otro lugar visible. Aunque pueden compartir cierto campo semántico, no confundir churrete con churretoso, ya que este último hace referencia a aquella persona de poca entidad o credibilidad que tiende a quedarse en lo superficial de las cosas, en cierto modo sinónimo también de chismoso.
En general, churrete hace mención al aspecto físico en cuanto a limpieza se refiere y churretoso a una forma de ser casquivana y perjudicial en cuanto a lo poco reflexiva. Aunque, churretoso también puede hacer referencia a que chorrea algo grasiento.
Así si decimos que “fulano es un churrete”, sabemos perfectamente que no nos estamos refiriendo a su aspecto físico en cuanto a la limpieza, ya que sustituyendo churrete por churretoso la frase tendría el mismo significado.
Si en cambio decimos: “Sultano, churrete”, parece referirnos siempre a su aspecto, ya que, sustituyendo churrete por churretoso, la frase adquiere otro significado.
Curiosamente, cuando se dice “Mengano, el de los churretes”, y aunque churrete no es sustituible por churretoso, la frase adquiere un significado dual, esto es, se puede referir tanto a su poca limpieza como a su escasa credibilidad, por ejemplo.
Se podría seguir poniendo ejemplos, pero no es el objetivo de este articulo llegar a que se aprecie la similitud y diferencia según los casos entre ambos términos, sino una licencia, en absoluto literaria, ni mucho menos lingüística ni tampoco intelectual, tan solo una oportunidad, bien o mal traída, para reflejar la conducta y la forma de ser del personaje que a continuación nos vamos a referir. Personaje gris y anodino que en la sociedad pasaría sin pena ni gloria si no fuera que, por los avatares de la vida, las casualidades, el oportunismo y otras consideraciones más trascendentes e inquietantes lo hayan puesto en la relevancia pública del cargo que ocupa.
Si alguien ha tenido la infinita paciencia de leer hasta aquí, ahora le propongo un ejercicio, quizás más lúdico, pero no menos cierto que de tener alguna correspondencia con la realidad, dejaría lo divertido para entrar en la pesadumbre, cuando no en la compunción. Se trata de discernir si el alcalde de la Sanlúcar del Santo Régimen, tan proclive a recurrir a las gracietas para descalificar a sus oponentes políticos, sobre todo durante los plenos municipales, merece recibir el calificativo de churrete o churretoso o ambos, más allá del caso, el contexto o la oportunidad.
Churrete o churretoso, that is the question (otra licencia). DIARIO Bahía de Cádiz