Todo ser humano necesita subsistir prioritariamente ante la vida. Y para ello, pone en movimiento todas sus facultades y sus propios recursos que le permita fundamentalmente mantenerse vivo y sano.
Pero además, necesita también desarrollar otras actitudes físicas, mentales, sociales, artísticas y culturales para adquirir una formación que le conduzca hasta encontrar un trabajo y su propio destino.
Seguramente el destino, no será el que él se proponga, sino aquél que por los avatares y las circunstancias ajenas a su propia voluntad, le derivará a otras soluciones, de las cuales, tal vez no le agrade ni le apetezca entre los oficios y profesiones que en ese momento existan accesibles. Entonces, en este caso, la cuestión prácticamente le obliga a elegir la que considere más apropiada a sus gustos e ideales.
Pero sobre todo, dicha elección debe sustentarla el deseo y el grado de la vocación que le inspire, porque supongo que no se debería elegir una profesión sin desearla o simplemente por seguir la tradición familiar u otra alternativa similar.
En cualquier caso, hablar hoy día de trabajo puede resultar incómodo, insultante y hasta chocante. Basta observar el panorama. ¿Cuántos titulados universitarios y no titulados, trabajan infravalorados con sueldos y puestos de inferiores categoría de la que les corresponden?
Sin embargo, aunque lo que antecede en el párrafo anterior se aparte un poco o tal vez un mucho del objetivo de este artículo, no se puede soslayar una situación equivalente a ésta, que merece no sólo un artículo sino un debate y un tratamiento profundo y aparte.
Dicho esto y volviendo al objetivo principal. Diré absolutamente convencido desde la experiencia vivida, que aquellos que han tenido la suerte de recibir las enseñanzas impartidas por excelentes maestros y/o profesores; han recibido no sólo el mejor de los tesoros, sino un capital importante y posible para adquirir su formación y poder o al menos intentarlo, situarse en la sociedad en condiciones normales.
Este ejemplo es una clara muestra de los efectos enriquecedores y transmisores que dimanan de la voz, de las manos, de los pensamientos, y de las aptitudes de un buen profesional con vocación y maestría. Por eso hay -profesiones vocacionales- muy estrictas que requieren especial dedicación, sin obviar ni desestimar a ninguna de las otras, que también necesitan ser elegidas en base a un mayor o menor grado vocacionalmente hablando.
Pero creo que si se tuviera que señalar algunas en concreto entre otras, tal vez destacaría como más relevantes las dedicadas a la medicina, la enseñanza y el sacerdocio, y no sólo por aquello del cuerpo, la mente y el espíritu sano; sino también por la dedicación, el sacrificio que representan y la gran responsabilidad que tienen, -esos profesionales- contraídas hacia sus semejantes, con ellos mismos y con la sociedad.
Así, que no será baladí si propusiéramos a un médico para curar; un maestro para enseñar y un sacerdote para fortalecer el espíritu; porque componen un -digno triunvirato- del que todos dependemos y disponemos aunque sea en un momento determinado de nuestra limitada existencia. Y por tal motivo, vaya desde aquí, mi reconocimiento público. DIARIO Bahía de Cádiz