En Conil el mar sabe más salado porque se emboca el poniente en la marejada. Los presuntos toman la puerta con un collar de 7.000 euros aleteando por patas igual que el águila que portaba enganchada a la cadena.
Entró I.O.E. quedo a la joyería y se puso a divagar sobre lo que quería hasta que pensó que un cordón grueso -de oro- como de un dedo era digno botín que llevarse a los tercios.
El cordón llevaba rastras de águila colgada pareciendo joya de rapero americano al uso, solo que al presunto le gustó porque sabría- suponemos- que era fácilmente vendible en el mercado negro.
Lo mismo no -que a veces somos muy mal pensados- y lo que quería era hacer caridades y donarlo a los sin techo. También puede que se le fuera la olla y se dio por puerta con la dependienta intentando frenarle las ganas sin conseguirlo.
Lo cierto es que salió embalado como dibujo animado, las de la joyería detrás apresuradas, dándole rápido por perdido teniendo que llamar a los de la Benemérita que patrullaban por esas lindes.
Lo cogieron porque sabían de qué pie cojeaba que ya era cabalgante antiguo y en Chiclana había tironeado más de un bolso, todo ello con la presunción de inocencia bajo el brazo.
Se refugió en la casa de una vecina diciéndole que le perseguían malhechores y ella le creyó porque estamos en Navidades y el plasma vomita series lacrimógenas de cómo hay que ayudar al prójimo.
Los de la Benemérita no se amilanaron, ni se dieron por vencidos, que cuando huelen presa no bifurcan y lo atraparon con su cadena de medio dedo de gruesa y su águila rampante colgada a la cadena.
Conil es una isla de paz con gente atenta y trabajadora. Vendedores y comercios que quieren sacarse la espina de la crisis en estas fechas. Mala cosa es escaparse con las ganancias -tan trabajadas- colgadas de la jeta.
Por eso un juez lo ha decretado a prisión sin fianza y pasará las Navidades mirándose en el espejo para afeitarse la cara, sin collarcito de oro que llevarse a las letras de rapero entusiasta que no hay como la desfachatez para sacarse un lance de la manga.
Es Conil pueblecito blanco con gemelas de Mergablo, con Mercadonas apostados en rotondas, con gente trabajando nacidas en cualquier lado, que las playas atraen y los atardeceres anaranjados, el pescadito muy fresco y los frescos muy descarados que se llevan los cordones apalabrados para raperos de película de tres al cuarto.
La Benemérita mientras tanto patrulla y corretea atrapando a los que se miran en los espejitos para ir afanando a dos dependientas que sueñan con que les toque la lotería e irse a hacer el verano a playas cálidas de arena sin pescadito enlatado, sin raperos ni mangantes, solo sombrillas y un chulazo con ojos de cordero degollado.
En Conil el mar sabe más salado porque se emboca el poniente y la marea trae alientos lejanos. DIARIO Bahía de Cádiz