Tal y como van las cosas no es extraño que nieve. Es el cielo que nos llora polvo blanco de ingratitud por nuestras baladronadas.
Es mágico ver a Bárcenas intentando sacar pecho en los juzgados diciendo que mienten las cuentas al otorgarle tantos millones. También lo es -gloria bendita- vislumbrar a los bancos evadiendo sus miserias sin poder, con tantas almas de incautos en las faltriqueras atestadas. Los humanos -mientras tanto- apalabramos letanías de febrero, pagamos débitos e intentamos sobrevivir sin que la pena nos ahogue.
El Carnaval –que ya se huele- lo es todo porque disimula… los muertos de frío, muertos de verdad socialmente en calles y plazas apalancados, estorbando.
No hay turistas ahora que hace rasca y las colas son atascadero y los fines de mes, meta imposible. Los niños- pobres de ellos- siguen con las cuentas, los mapas y las entradas- y salidas- a un colegio que es congregación de gaviotas huidas de la marea.
Las calles ya no se visten de colores chillones -ni de regalos, ni de bolas, ni de árboles chinos que marean-, las rebajas casi se han apagado y son los corazones, los lazos rojos y los ositos ciegos, los que llevan el ritmo del tres por cuatro en las estanterías de madera.
La vida continúa -a tu pesar -porque te quedaste en esos polvos blancos del recuerdo, de la tristeza y del desencanto de que la gente sea tan pequeña y casi ni se les vea. Los gigantes campaban la Tierra –al menos uno que conociste y amaste más que a nada- pero cayó embestido por un rayo y ahora vagas en soledad perpetua, cabeceando molinos de viento e intentando que no te asole la peste, el miedo, ni la agonía.
Te sientes extraña y tan común que comes, defecas y lloras, no por ese orden sino en cardinales latinos, carnavaleros y sin ganas de marcar tendencia. Es la herencia del frío que mata a las abejas trabajadas, a las que se fueron de casa enamoradas y a las que ya recorren la senda para no imaginar nada más porque la esperanza duele demasiado.
¡¡Pobre Bárcenas sin dinero, pobres bancos exprimidos por la gente codiciosa, pobres de todos aquellos que nos mintieron con sus fábulas de grandezas, de hijos estudiados y becados, de pisos de revista de marca!! Pobres donde los haya. Porque volverán los días palaciegos al castillo de arena donde el sol es infinito en gloria, con gaviotas graznando envidiosas y empiojadas. Pero nos importará un bledo porque nos calentaremos con sus huesos. No hay quien pare la danza de las sillitas y las sombrillas al abrirse de patas, expectoradas, albergadoras incansables de enormes posaderas, caóticos úteros entubados y algunas criadillas marineras. Son los polvos blancos domesticados, untados en la tostada del desayuno, engañotados y lanceados con hierbabuena. Nadie podrá aplastarnos si miramos fijamente al enemigo, nadie si peleamos como gigantes en la Tierra, aún con polvos blancos cayéndonos de la azotea. DIARIO Bahía de Cádiz