Me recordaba un amigo esta semana una frase de la película ‘Casablanca’, cuando uno de los personajes, buscando una excusa para hacer una redada en el café de Rick’s, exclama “qué escándalo, he descubierto que en este bar se juega”, mientras se levantaba de la mesa de juego. Todo ello lo decía al observar que más de uno se rasgaba las vestiduras con los diez votos fantasmas en la constitución de la mesa del Congreso, y los rasgados de vestiduras ante la salida del armario de los Rivera Boy’s y nacionalistas, antes separatistas.
Mientras los protagonistas, de la sesión de investidura me refiero, con cara de primero de preescolar cantan a coro, “pio pio que yo no he sido”, una voz desde el fondo del patio de butacas grita: “pues entonces habrá sido Pokemon”.
Por cierto, que lo de Pokemon Go es todo un éxito de marketing, todo el mundo buscando pokemons por las ciudades para formar un gran ejército contra el mal. Una lástima que haya llegado tarde a Cádiz, los de Cádiz Conecta, que encargados -no sé si por Teófila o por Jorge Moreno- de mantener a esta trimilenaria ciudad a la vanguardia de las nuevas tecnologías, hubieran desarrollado una App local. Imagino en el Falla, en la Alameda, en los Callejones… buques enteros de turistas, gentes llegadas incluso del Río San Pedro, buscando a Pokemon-Blasillo, al pequeño Pokemon-Bruno, a la Pokelesa-Teo, eso sí, pagada con esa pedazo tarjeta de crédito.
Que mira que da para mucho una tarjeta de crédito, me da la impresión de que aquí se dijo: “si en Madrid hay tarjetas de esas de tecnología punta, y las utiliza Rato, aquí no vamos a enmendar la plana a los de la capital, y si Rita se gasta el dinero en naranjas para populares -muy y mucho populares-, nosotros aportamos el puntito tecnológico al desparrame y compramos bolis con micrófono, gafas con cámara”.
No me puedo quitar la imagen de Romaní con gabardina, sombrero modelo guerra fría, y esas gafas con cámara oculta, cruzando San Juan de Dios de incógnito un día de levantera, con una mano en el sombrero para que no acabe en el muelle, mientras coge con fuerza el boli-micrófono con la otra intentando hacerse un selfi; es lo que pasa cuando el libro de instrucciones viene en chino.
Y es que cuando estuvieron haciendo la película de James Bond 007, ‘Muere otro día’, creó escuela, y alguno o alguna tuvieron envidia. DIARIO Bahía de Cádiz