Un pintor repasa con pintura blanca la acusación de “curas pedófilos” que cabalga en los muros en la parroquia de San Juan María de Vianney en Granada. Va con la cara tapada, no creo que sea frío, es vergüenza de tener que trabajar en lo que salga. Pero todos estamos así, sin perspectivas de mejoría, hasta la Mato, que tendrá que buscar como aguja en pajar un puesto de su alcurnia.
No hay trabajo y sí eventualidades, callar y servir en lo que sea que hay que pagar alquileres e hipotecas y las fiestas de cumpleaños de los niños, sin globos, ni arcadas.
Dicen de la Mato barbaridades, al ristre de no haber dimitido en su tiempo y de haberse secado la leche de la justicia que podía haberla encausado -mucho antes -por los mismos peregrinos delitos que la lucran –presuntamente- ahora. Tiempo al tiempo, vamos a ver más gente en las cárceles que fuera. Menos mal que van para poco e igual que había una puerta giratoria cuando salías de un cargo público colocándote en multinacionales, ahora hay puertas giratorias en los penales que dejan a las penas de más de dos años, en dormir en chirona y trabajar todo el día en tu casa, como si nada.
Los que no vamos a la trena se nos presume honrados, más que nada porque no tenemos, ni las ganas de sentarnos en un sillón y escuchar al Papa, después de ver al pintor de fachadas gastando brocha contra la pared y la espada. Blanco sobre blanco, se esconde tras una pintada la iniquidad olvidada, negro sobre negro, el pasado de gente muriendo de dolor de desahucio en sus casas, de bancos atrincando y diciendo que tienen beneficios al poco rato y de trabajos que vuelan e hijos que se marchan.
No nos hemos acostumbrado, nos hemos resignado y nuestra fe ha muerto, pagana codiciada que era espejo de libertad y prosperidad, de cultura, de sanidad libre y de ideologías avanzadas. Han muerto con ella y están en el velatorio todos los que la apuñalaron, los que la vejaron y los que ahora les siguen el juego.
Es blanco sobre negro una simple fachada, una simple presa la tonadillera, un simple aspirante, Fabra, al trono de irse de su casa a la trena, por haber sido con justicia condenado. Es blanco a pinceladas cortas como se pervierte una voluntad, en el nombre de Dios estremecido un Papa, que ve como sus discípulos son delatados por uno que escapa de la congregación, “uno de los nuestros”, dirían en la mafia.
Ellos no, ellos solo borran el disco duro de los ordenadores y amenazan, con presunción de inocencia que saldan fianzas y abogados buenos, de buen nombre y pintadas borradas rápidamente, como la verdad y la gracia, que les hace a las víctimas, más víctimas y a los verdugos libres para continuar sus chanzas. DIARIO Bahía de Cádiz