Piensa. Piensa fuerte, tan fuerte que retumbe, tan alto que repique, que rompa las vidrieras de tu zona de confort. Pregúntate el ‘por qué’ de las dudas de tus hijos, de tu casa, de tu vida y, entonces, sigue pensando en los momentos que has pasado, en ese chasquido presente, en los planes de futuro que sueñas a diario. Tú, hazme caso y piensa.
Recréate en el sonido de los golpes, con los que atacas cada día a tu cafetera, para hacerla despertar. Primero tú, después ella, que te silba en la distancia, para avisarte de que ha cumplido su trabajo, que está lista, que estás listo, que es la hora de pensar. Pensar en el día, en la tarde y en la noche, sea la hora que sea. Piensa en su aroma, en el calor con el que te envuelve, en las caricias que te ofrece, antes de regalarte una nueva mañana.
No dejes de pensar y piensa, en los retos que estás dispuesto a afrontar en las próximas horas, días y meses, y que darán paso a un nuevo año, bienio, lustro o década. Y piensa fuerte, tan fuerte que retumbe, tan alto que repique, que rompa las vidrieras de tu zona de confort.
Y, entonces, sigue pensando, en ‘desechar las tristezas y melancolías, que la vida es amable, tiene pocos días y tan sólo ahora la hemos de gozar’, tal y como nos dijo Lorca. Piensa que, ‘la gente inteligente habla de ideas, la gente común habla de cosas y la gente mediocre habla de gente’, como nos advirtió Romains. Y, por eso, no debes dejar de pensar, ya que, ‘ser el más rico del cementerio, no es lo que más importa’, según Jobs.
Busca la forma de dedicar unos segundos de tu estresada vida para pensar, que bien puede convertirse en tu forma de terapia, no sólo la mía, y piensa, que ya no puede ir peor, que siempre estás a tiempo de hacer un último intento, un último esfuerzo y esperar, que sople el viento a favor. No dejes de pensar, que si perdiste tu oportunidad, tienes la fuerza y la energía suficientes para crear muchas más y que aquí estoy yo para recordártelo.
Si no te ha quedado claro, piensa, piensa fuerte, tan fuerte que retumbe, tan alto que repique, que rompa las vidrieras de tu zona de confort. Que los muros que separan tu casa de la mía no son infranqueables, y si necesitas ayuda, te invito a que vengas, y camines conmigo, que si aguantas el paso no me vuelves a ver. Yo sólo quiero que pienses, hacer de mi terapia la tuya, de mi sacrificio un libro y que, la tinta de los tatuajes de mi cuerpo, sirvan para que rellenes la pluma con la que escribir tu próximo proyecto.
Quiero que pienses, que los verdaderos empresarios ya no visten de Prada, que los amores no se buscan, te encuentran y que las aspiraciones no salen publicadas en el ‘Hola’. Que yo estoy decidido, y sé, que voy a dejar huella en este mundo y que, a través de estas líneas, te estoy invitando a que me acompañes. Que mi nombre sonará, el tuyo también, pero no en las televisiones, sino en libros. Seguro que en los libros de la quema, y qué más da, si sé que sonará.
Y no dejes de pensar, que te enseñaré, a trabajar tal y como lo hace mi madre, a superar los miedos como mi padre. Te mostraré cómo se lee, como mi tío, hermano, Antonio. Insistiré en amar, de un modo diferente, tal que mi abuelo, mi abuela, mi ‘tata’. Piensa, que a construir unos cimientos fuertes nos ayudará mi mujer y, para plantar los frijoles mágicos, contaremos con una peña cerrada, pero efectiva.
Por eso te pido que pienses, tan fuerte que retumbe, tan alto que repique, que rompa las vidrieras de tu zona de confort. Necesito que no pares de pensar, porque en algún momento necesitaré tu ayuda. Ayuda para parir de la normalidad algo diferente, como mi hermana; para alcanzar la felicidad con la madurez, como mi hermano; y para moldear momentos, como mi hijos.
Y piensa, que si mañana no sale el sol, lo hará pasado, y que la lluvia también nos sirve para quitar el barro. Que mi cafetera ya tiene solera, solera de pensar, de madrugada, al atardecer, y que sólo servirá café si hay para todos. DIARIO Bahía de Cádiz Vicente Marrufo