“Hay veces en la vida en que nuestros deseos son concedidos… y ¡los perdemos! por la inagotable necesidad del ser humano de ver el lado negativo de las cosas”.
Era una noche de verano y Pepe dormía a pata suelta, con su ventana abierta de par en par. Corría una brisilla que hacía que la temperatura fuera ideal para dormir profundamente y soñar con las maravillas del mar mediterráneo: bancos de peces iriscentes, algas meciéndose en el vaivén de las olas, rayitos de sol atravesando el agua…una delicia. Tan delicioso era el sueño que a Pepe se le caía la baba…hasta que de repente ¡ZAS! Un mosquito traidor interrumpió su sueño.
Empezó a notar entonces Pepe un bulto que crecía y picaba en la punta de su nariz. ¡Maldición! Era la picadura de un mosquito tigre.
Como todo el mundo sabe, las picaduras de mosquitos tigre pueden alcanzar dimensiones descomunales salvo que te restriegues una rodaja de limón justo cuando el bicho te pica.
A esto que Pepe, y muy a su pesar, tuvo que levantarse a cortar limón porque dado lo delicado del lugar donde le había picado el bicho y lo cruel que es el veneno que te inyecta, si no lo hacía, sabía que tendría que estar una semana sin ver el sol. Y eso, en agosto, y vacaciones, era muy complicado.
Volvió a la cama Pepe a reconciliarse con las musas del sueño, y no llevaba ni cinco minutos cuando ¡ZAS! El mosquito había vuelto y había traído invitados.
Aquello se convirtió en un infierno y ya no pudo volver a pegar ojo.
Al día siguiente, Pepe fue a la droguería más cercana a por la artillería pesada. Compró toda suerte de insecticidas con los que aromatizó la estancia de su descanso.
Tanto, que a los cinco minutos de estar él allí acostado tuvo que salir pitando a urgencias con un ataque de asma.
Entonces Pepe descubrió algo insólito: “las cosas que envenenan hasta la muerte a un bicho, también lo envenenan a él” vaya por Dios.
Tras airear la habitación, volvió a la cama con poca fe en poder dormir ya nunca más con la ventana abierta.
Y aquella noche, Pepe tuvo un sueño, y en él, lograba librase de los mosquitos y dormía feliz y a pata suelta.
Cuando abrió los ojos se encontró frente a frente con una lagartija de importantes dimensiones que, según él, se lo querría merendar, o hacer que se le cayera el poco pelo que le quedaba en la cabeza.
Salió corriendo a por una escoba con la que darle un zamarrazo a aquel animal tan feo y al volver la lagartija le habló:
-¿Pero qué haces tú, atontao?¡que soy tu hada madrina!
-Tú ¿qué vas a ser tú mi hada madrina si eres un bicho feo y asqueroso?
-¿Pero tu deseo no era librarte del mosquito traidor? A ver si te has creído que va a venir a tu habitación a comérselo un pino andante, que esa especie ni existe, ni anda.
Pepe no entendía nada, pero quería librarse de los mosquitos, así que le dijo a la lagartija
– Vale, no te agredo, líbrame del mosquito traidor.- y se echó a dormir.
Pasó una noche deliciosa, durmiendo agustito y sin un solo mosquito por allí.
Raquel Cánovas Molina DIARIO Bahía de Cádiz
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