“Las injurias son las razones de los que no tienen razón”. J.J Rousseau.
Cuando las palabras se avinagran, cuando las expresiones se tiñen de odio y cuando la cordura se aleja espantada del sonido discordante de la voz humana, seguramente que puede estar muy cerca el tránsito, no deseado, de los discursos a los hechos, de la retórica a las agresiones o del lenguaje ofensivo al sonido de las armas. Debemos decir que esta situación no es nueva en España y que todavía quedamos algunos, en este país, que tuvimos ocasión de comprobar las consecuencias de las desavenencias y enfrentamientos orales y escritos entre dos bandos enfrentados, seguidas de los crímenes, venganzas y torturas entre los más radicales de ambas formaciones, para concluir con el estallido de una guerra civil, que enfrento a dos partes irreconciliables de la nación, que dividió a familias enteras y que supuso, para España y los españoles, la mayor catástrofe que nadie hubiera podido imaginar. Hay que decir que, a más de 77 años de concluida aquella contienda, todavía no se han restañado por completo las heridas y odios entre vencedores y vencidos.
En plena campaña electoral ( ya no sabemos cuantas llevamos soportando el pueblo español), a unos pocos días de la celebración de las nuevas elecciones legislativas, vemos como, en lugar de apaciguarse los ánimos, en lugar de tomar ejemplo de lo sucedido con los resultados de las votaciones del 20D e intentar limar asperezas, olvidar ofensas, apaciguar ánimos y pensar en la conveniencia de la nación española y la responsabilidad que los políticos deben asumir – en cuanto a anteponer lo beneficioso para España y para el pueblo a lo que pudieran ser sus intereses partidistas o sus lucros y recompensas personales – como representantes electos por el pueblo, para conducir al país por el camino del progreso, de la paz y de la concordia entre todos los pueblos de la nación; observamos, inquietos, que contrariamente a lo esperado, los enfrentamientos se hacen más ásperos; las políticas más enfrentadas; las descalificaciones más frecuentes e insidiosas; los acuerdos más alejados y la personalización de las desavenencias más odiosa e irracional.
No vaticina nada bueno lo que nos anticipan los distintos sondeos de la opinión pública, en cuanto a los previsibles resultados de esta nueva consultas al pueblo; al contrario, podríamos decir que las distintas tendencias afianzan sus diferencia, radicalizan sus posturas y adelantan, para el caso de que ganen los comicios, la puesta en práctica de políticas inverosímiles, de programas insostenibles, de la aplicación de impuestos de carácter incautatorio, de exigencias de tipo revanchista para los empresarios e industriales; de impuestos especiales para las grandes fortunas, cuya consecuencia sería el espantar a los ricos para que abandonen España y se vayan, con sus negocios y pertenencias, a otros países donde se los trate mejor.
Tener que escuchar declaraciones, como la de un profesor universitario, próximo al separatismo, Héctor López Bofill, perteneciente a la Universidad Pompeu Fabra, cuando comentó: «El asesinato de Jo Cox demuestra que, por desgracia, toda transformación constitucional profunda pide muertes”; ( ¿No les recuerda este tipo de frases a las de los jacobinos de la Revolución francesa y su máximo representante Robespierre?) nos hacen pensar que algo grave está sucediendo en la mentalidad social de nuestros conciudadanos cuando, pensamientos tan fríos, asépticos y deshumanizados como éste; se pronuncian sin el menor pudor, como si se tratara de matar un pollo para cocinarlo, sin que se haya producido un alud de condenas contra él. Mucho nos tememos que este populismo que, por desgracia, parece que ya se está extendiendo por Europa (vean el caso de Beppe Grillo y su partido 5 Estrellas, triunfando en las municipales italianas, cuando Il Cavallieri parece que no levanta cabeza), en países como Francia o Italia y, especialmente en nuestra nación; ha irrumpido con más fuerza de la esperada y consiguiendo movilizar a un importante contingente de votantes dispuestos a probar fortuna sin saber, en realidad, a dónde nos van a conducir estos discípulos de Maduro, que pretende implantar en España aquellos procedimientos y políticas que han fracasado rotundamente en los países sudamericanos, conduciéndolos a situaciones de miseria extrema, como es el caso de Venezuela.
Nuestra prima de riesgo ya está por los 160 puntos básicos, algo que no se veía desde ha más de un año y personajes de categoría, como el ministro alemán de Finanzas, señor Wolgang Schäuble se han pronunciado en contra del aplazamiento por un año, para exigir los recortes que se le pedían a España (8.000 millones de euros) “Las normas están para cumplirlas”, fue su sentencia. Y es que, el aplazamiento de la prórroga, tiene un sentido evidente: “¡Cuidado con los experimentos!”, una advertencia hacia grupos como Syriza y Podemos que piensan que van a conseguir doblegar el sistema capitalista y de libertad de mercado, haciéndola ceder a sus presiones. ¡Ilusos que se creen que Europa puede manejarse como lo han hecho en Hispanoamérica, dictadores como: Maduro, Evo Morales, los Castro, Daniel Ortega o Rafael Correa! Pero el riesgo sigue latente: ahora Inglaterra va a votar el famoso Brexit y del resultado de esta votación pueden derivarse efectos no deseados, capaces de desequilibrar a la propia CE y a su moneda el Euro; algo que puede agravarse si algunas naciones, como Dinamarca, decidieran añadirse a la posible decisión inglesa.
Pero, como decíamos, en los distintos mítines de los partidos extremistas se han podido escuchar frases que nos hacen pensar en el particular concepto de democracia que se tiene en algunos sectores de la extrema izquierda. Por ejemplo los de la PAH insisten en decir que “el PP tiene que desaparecer” olvidándose de que, a diferencia de ellos, es un partido democrático que ganó las elecciones con más votos que los otros partidos y que siempre cumple con lo previsto en la Constitución, algo que, en su caso, parece que no está tan claro. Lo cierto es que estos sujetos ya han anunciado para “reventar” los actos del PP en Barcelona. ¡Una actitud muy democrática! Claro que, estos señores, están decididos a acabar con los desahucios, olvidándose de que estamos en un Estado de Derecho y que existe leyes que reglamentan el tema de las hipotecas y de los derechos de los prestamistas a cobrar los intereses aunque, en determinados casos, deba ser el Estado quien decida si procede o no el desahucio y la forma en la que se deba compensar el perjudicado por ello.
Un tal, Jesús Torres, del PAH de Ansoaín (Navarra) se ha atrevido a hacer la siguiente afirmación en una reunión de la Asamblea Estatal de dicha formación: “Yo diría que el PP tiene las manos manchadas de sangre porque hay que recordar que se está jugando con vidas humanas. El poner a una familia en la tesitura de pagar la vivienda o vivir quiere decir que es un partido enfermo”. Evidentemente, en este caso, el enfermo de odio es este señor que, además, se olvida de que estas leyes hipotecarias hace ya muchísimos años que están vigentes y que, en tiempos de Felipe Gonzáles y Zapatero estaban en vigor y se aplicaban igual o más que en la actualidad. En todo caso, esta clase de manifestaciones se puede decir que, como ocurre con las armas, ¡las carga el Diablo! Y, aunque hablamos, seguramente, de una frase retórica ( dudamos que este sujeto sepa de qué se trata esto) y lo que ha pretendido es hacer una metáfora, el hecho de hablar de “sangre” en situaciones que pudieran acabar en una tragedia, seguramente es lo menos apropiado porque, no deben olvidar estos señores de la extrema izquierda, que puede haber quienes se tomen a mal esta expresiones y que decidan que ya está bien de aguantarles a las izquierdas que sigan cebándose, impunemente, con un partido, como es el PP, un partido legal, democrático, con solera y que ha gobernado en situaciones muy difíciles, que en las elecciones del año 2011 sacaron más de 11 millones de votos y en las pasadas 7’5 millones, muy por encima del segundo, el PSOE, que sólo alcanzó siete millones escasos.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, vemos que la campaña está entrando en un terreno peligroso, que nos hace pensar en otras épocas donde las elecciones se trucaban, las izquierdas salían a la calle para amedrentar a los ciudadanos de orden y se hacían con el poder, antes de que los resultados oficiales se dieran a conocer por las juntas electorales. No quisiera creer que, en la mente de estos recién llegados a España, de estos de Podemos, comunistas bolivarianos, existiese la idea de que, como en Venezuela, fuera fácil el dar un pucherazo para hacerse con el poder. No se les iba a permitir. DIARIO Bahía de Cádiz