Hace unos días, pudimos ver en la prensa la triste historia de Jutta, una mujer alemana que por los avatares del destino ha acabado viviendo en la indigencia, vagando por las calles de la ciudad más antigua de occidente y sobreviviendo gracias a la ayuda de personas que destinan su tiempo y sus recursos a paliar la difícil situación de seres humanos necesitados, como es el caso de esta mujer.
Todo esto viene a cuenta de una situación que se dio hace unos días. Varios ciudadanos solidarios y caritativos se encontraron con Jutta y vieron que no estaba en buen estado, por lo que decidieron solicitar los servicios de un taxi para que la llevaran a urgencias del Puerta del Mar.
Estos ciudadanos tuvieron que contemplar con desesperación como los conductores de varios de estos vehículos se negaron a realizar el servicio porque esta mujer, cuyo único delito es no tener dinero, olía mal.
Cuando al fin apareció un taxista que tenía la humanidad que le faltaba a sus compañeros, la trasladó al hospital, donde también tuvo que soportar el desprecio y la falta de empatía tanto de algunos pacientes como de parte del personal del Puerta del mar, lo que resulta vergonzoso.
Esta reflexión surge a raíz del comentario que un joven seminarista, conocedor de la situación de esta señora, publicó en Facebook. Suscribo plenamente sus palabras, punto por punto. La hipocresía y la impostura de una buena parte de la población gaditana resulta repugnante. Y en ese saco caben todos, tanto los que se jactan de ser de izquierdas como los que proclaman “la palabra de Dios”. A la hora de la verdad, la mayoría niega la ayuda a sus semejantes.
Es cierto que un taxista podría salir económicamente perjudicado por el tiempo invertido en realizar un servicio de este tipo y adecentar el vehículo con posterioridad, pero sinceramente, pienso que ayudar a una persona necesitada y sin medios enriquece más a quien lo hace que dos o tres carreras por la ciudad.
Este joven seminarista, terminaba su reflexión parafraseando a la chirigota del ‘Selu’: “os falta clase para que se os pueda decir, chirigota, chirigota”.
Personas como este joven seminarista, hacen que uno siga conservando la fe en el ser humano. DIARIO Bahía de Cádiz