Creo llegado el momento de arrojar luz sobre tan espinoso tema ya que parece ser que últimamente la prensa -ante la falta de noticias de interés-, no para de publicar y publicitar estudios relacionados con la sexualidad humana, especialmente con la sexualidad de humanos talluditos.
Si tenemos en cuenta que la mayor parte de la población de este nuestro país, nacimos en los sesenta, el más jovencito del baby boom calza ya cuarenta y cinco años y es lógico que los esfuerzos investigadores se centren en esta horquilla de edad, que abarca desde la anteriormente mencionada hasta los cincuenta y cinco más o menos.
Si creen que esta afirmación es gratuita, dedíquenle un poco de su tiempo a comprobar qué tipo de productos nos vende la publicidad hoy día. Cremas antiarrugas y reafirmantes, anticeluílticos, cosmética masculina, compresas para las pérdidas de orina, audífonos, yogures que te ayudan con el colesterol o la pérdida de calcio…El vaginesil y la viagra ganan por goleada a los ungüentos anti acné. Incluso se está rodando la secuela de “Sensación de vivir” con el nuevo título de “Sensación de sobrevivir”.
No es extraño, por tanto que se haya creado la AEEM (asociación española para el estudio de la menopausia) si el climaterio se sitúa entre los cuarenta y ocho y los cincuenta y dos años. Ahora tienen clientas a patadas ávidas de comprender los efectos de la retirada hormonal en sus cuerpos y se ponen a realizar estudios como locos, que a veces suelen liarnos más que aclararnos, si se me permite decirlo desde la humildad y el desconocimiento científico.
La menopausia, explican estos especialistas, consiste en la reducción de la producción hormonal ovárica con la consiguiente desaparición de la posibilidad de tener hijos y una disminución de los niveles estrogénicos y de progesterona en sangre. Es cierto que esta disminución hormonal puede afectar a algunos tejidos, sobre todo de los órganos implicados en la respuesta sexual. Por ejemplo, es frecuente que las mujeres se quejen de menor lubricación ante el estímulo sexual, o que aprecien diferencias en el tiempo que tardan en obtener una excitación física que ellas perciban como adecuada, o en alcanzar el orgasmo. Se recomiendan hábitos de vida saludables, incluyendo la reducción del estrés y la fatiga, el aumento de tiempo de calidad con sus parejas, la novedad en el repertorio sexual, y la mejora de la imagen corporal, así como la combinación de intervenciones biomédicas y psicosociales.
Por otro lado, el sexólogo italiano Vicenzo Puppo copaba titulares semanas atrás asegurando que los orgasmos vaginales no existen, mientras Barry Komisaruk de la Rutgers University, insiste en que la existencia del orgasmo vaginal o de punto G, a pesar de ser menos frecuente, resulta innegable para todas aquellas que lo hayan sentido.
(Lo que resulta innegable, querido Barry, es que las conocerás tú, porque para el resto estas mujeres son unos de los grandes misterios de la existencia. Nadie las ha visto. Cuestión de fe ya que nadie la da. Vicenzo, hijo mío, estamos en el 2014, siglo XXI. ¿Estás aburrido tú allí en Bolonia criatura? ¿cuál va a ser tu próximo descubrimiento? ¿América? ¿la rueda?)
Ante tanta información contradictoria decidí hacer yo misma un estudio o trabajo de campo, entre una amplia muestra de mujeres que cumplieran o cumpliesen los requisitos generacionales requeridos. La pregunta única con la que obtener la información necesaria fue la siguiente:
¿Crees, desde tu experiencia y madurez, que la intervención biomédica y psicosocial, los hábitos de vida saludables, incluyendo la reducción del estrés y la fatiga, el aumento de tiempo de calidad con tu pareja, la novedad en el repertorio sexual, y la mejora de la imagen corporal; ayudaría a que tus órganos mismamente implicados en la respuesta sexual pudieran obtener una excitación adecuada para así desarrollar un orgasmo -ya fuera vaginal o clitoridiano- acorde con las expectativas de lo que se espera que tengas con tantos años, bonita?
A continuación reproduzco algunas respuestas, bien por ser las más repetidas o por resultar especialmente esclarecedoras:
-”¿Ennnn?”
-”¿Un orgasmo qué es lo que é?”
-”¿Tú qué dices, lo de hacer pajaritas de papel y eso que hacen los japoneses?” (la autora del estudio interpreta que se refiere al Origami o arte de doblar el papel para obtener diversas figuras sin utilizar pegamento)
-”¿Clito qué?
-”Yo de eso no tengo”
-”No debemos olvidar que quien en última instancia da la orden de activar la respuesta orgasmática no es el aparato genital, sino el cerebro, por mucho que la información sensorial venga de diversos lados. Por tanto entiendo que ante la falta de estímulos adecuados y la carencia de hormonas lo importante es conectar con tu yo interno y desmitificar el demasiado coitalizado devenir sexual de la edad madura. Debemos revisar nuestras antiguas concepciones de la energía sexual y llevar a cabo una revisión adecuada de nuestros chacras que deje fluir los fluidos, sin necesidad de interactuar con un tercero, que rompa con esa paz interior tan necesaria en nuestra concepción cósmica femenina”
-”¡No me digas que existe más de un tipo! Yo me quedo muerta”
-”Efectivamente, después de levantarme a las siete de la mañana, dar de desayunar a los niños, preparar las mochilas con el desayuno (nutricionalmente correcto) para el recreo de los mayores, acompañar a los pequeños al colegio, tirar para la oficina, echar la jornada, volver a recoger a los niños, rematar la comida que hice la noche anterior, dar de comer a las criaturas, volver a la oficina para acabar el resto de la jornada –al entrar a las nueve tras dejar a mis infantes en el cole no me da tiempo-, acompañarles a las diversas actividades extraescolares, prepararles primero la merienda, después la cena, ducharlos, acostarlos, llamar a mi madre, a mi suegra, pedir hora con el pediatra, el dentista y preparar la ropa para el día siguiente; suelo incrustarme en el sofá -que no sentarme- y antes de caer profundamente dormida recuerdo vagamente que existía algo que se llamaba vida sexual, que ahora sólo contemplo en los documentales de La 2 cuando el leopardo ese, que ya es como de la familia, se reproduce allá en la sabana africana”
-”Tú siempre igual, hija; buscando temas escabrosos con que atraer lectores. Que si sexo, que si funcionarios…”
-”¡¿Punto Geeeee?! ¡Puntos los que yo tengo después de dos cesáreas! ¡Teskiyá!
Así que yo me disocio y/o despersonalizo y sigo sin entender tanta pamplina. Amén (y sin tilde). DIARIO Bahía de Cádiz