Yo no estuve en San Juan de Dios, ni en sus aledaños, el gran día del Kichi. Tampoco lo voté, entre otras cosas, porque vivo en Puerto Real.
Así que todo lo que sé, es lo que leo, y lo que leo tiene toda mi confianza, así que poco puedo añadir, con mi opinión, a lo que ya se dijo, el día que le dieron el cetro, y menos, si lo dijeron grandes profesionales como José Landi o Beatriz Estévez, en sus crónicas, o el genial contraste que ofrece, siempre, Yolanda Vallejo.
Conozco de poco, o de nada, al muchacho nuevo que ha entrado en el Ayuntamiento de Cádiz. Solo tengo la imagen, que no le hace justicia, de aquel chaval con pelo largo e indumentaria hippie que pasilleaba (como todos) por Filosofía y Letras, provocando los suspiros de las fans carnavaleras. Siempre me pareció un chico normal. Por lo que sé, es compañero de profesión, e incluso ha pasado por el mismo instituto en el que estoy actualmente. Aunque terminó, por lo que me cuentan, rumore rumore, quemado, deprimido y harto de ser profe. Y se liberó.
Luego, le perdí la pista. Hasta que supe de Teresa Rodríguez, y aquellos que pululaban a su alrededor.
No les miento si les digo que siempre he desconfiado un poco de los desertores de la tiza, pero tampoco les voy a mentir si confieso que la movida podemita me hizo mucha ilusión. Por fin parecía que venían aires nuevos, alegrías distintas, energías limpias. Parecía. Y aún lo parece. No seamos agoreros. No hay que sucumbir al miedo que nos quieren meter “los fachas”.
Pero sí. Tengo miedo. Y no de los fachas. Ni de los rojos ni de los lilas. Me da miedo la gente. Las masas enfervorecidas. Los fanáticos, ya sean de un color u otro, de Antonio Martín o Martínez Ares, del Kichi o de la Teo.
Y más que miedo, desazón, fue lo que me provocó esa multitud abarrotando la plaza, bajo el balcón, aclamando al ganador, indultándolo, que no escatimó en violencia verbal para los perdedores.
Dicen que fue un momento histórico en Cádiz. Que nunca se había vivido tanta ilusión, tanto amor, tanta esperanza. Sí. Según mi libro de Historia favorito (y de eso debe saber el Kichi bastante por su formación, digo yo) en Jerusalén también fue así, y fue Barrabás el que terminó salvando el pellejo, convertido en ídolo de masas. El día del pleno, también me vinieron a la mente algunas escenas de La Vida de Brian, qué cosas.
Perdonen mi escepticismo. Disculpen mi ignorancia. Qué más quisiera yo saber mucho de política, como todo el mundo. Pero más bien suelo moverme por instinto y por corazonadas. De ahí mi inquietud, e incluso mi empatía con el alcalde, con ese chico tan normal (he ahí su principal valor), al que no quisiera que en sus deslices se comieran vivo, y le dieran cajonazo. Que no se queme. Que no se harte. Que no se deprima y se libere también de tamaña responsabilidad (o marrón). Que no se le quiebren los cimientos.
El público de Cádiz siempre ha sido de los más cabrones, por exigentes, por duros, por no pasar ni una, ni reírle la gracia a nadie. La esencia permanece. Así que habrá que dar tregua y esperar. Sí.
Desde luego, servidora no quisiera estar en los zapatos del alcalde (ni en las sandalias de Mamen Sánchez, pero esa es otra historia), ni tampoco en los de su equipo de gobierno.
Por eso prefiero, desde la barrera, observar la faena, sin perder la capacidad de asombro ni retirar mi confianza. Hay que tener un par para enfrentarse a unos tiempos como los que vivimos, y a la gente, sobre todo, a la gente, la mala baba y el mal de ojo.
Así que bueno, desde el otro lado del puente ¿Carranza?, el único de momento, vigilo tus movimientos, Kichi. Y te deseo lo mejor, claro. Porque será lo mejor para todos.
Pero no se me van las ganas de pillarte en una esquina, colega, y convidarte a una cerveza (sí, convido yo, que gano lo mismo que tú, con mi sueldo de profesora, ¿o no?), y soltarte, así, de buen rollo: “ojú Kichi, picha, la que te ha caío”. DIARIO Bahía de Cádiz Rosario Troncoso