Cada vez que salgo de mi querida Ciudad por el sitio del Puente Zuazo. Inevitablemente siento el vacío de las dos imágenes, que a mi entender, son de las más significativas y representativas de nuestra Isla.
Me refiero al Salinero y al Puente Zuazo. El primero, trasladado a otro sitio de la Ciudad. Y el segundo, apartado o más bien diría sujeto a su suerte con todas las papeletas de convertirse, si no se remedia, en un triste cementerio abandonado y olvidado.
El salinero fue otrora, una figura singular, que por sus propias características era considerada como la seña de identidad más conocida de la Isla y también afuera de ella. La Isla de entonces. La Isla que se nos fue. La Isla de nuestras más productivas y ricas salinas y de sus esteros, que desde luego, deberíamos recuperar.
El salinero ha encarnado con su trabajo duro, su rostro curtido por el sol y sus pies agrietados por el salitre, el más recio de los oficios de esta tierra que nos vio nacer. Y este no sólo es un reconocimiento público -que sin duda lo es- sino un sentimiento, que los isleños llevamos muy adentro y en lo más profundo del corazón. Por eso, no podemos pregonar La Isla de la Sal, sin sal.
Y qué decir de nuestro, célebre, mítico e histórico Puente Zuazo, que ha quedado casi oculto y sustituido por dos puentes más casi paralelos a él. Uno, para entrar o salir de la Ciudad de “aquella manera” sobre todo si se trata de entrar. Y otro, para facilitarle el trazado al tren tranvía viniendo de Chiclana.
Trazado que no ha tenido inconveniente de sepultar prácticamente a casi la totalidad de lo que fue, la inexpugnable Batería de Alburqueque, durante la guerra de la Independencia. Originando a su vez, que el conjunto histórico del citado sitio de tanta relevancia e importancia tanto local como nacional y mundial por la magnitud de su gesta histórica, haya quedado reducido a un entorno, sensiblemente oculto, acotado, obscuro por las noches y de difícil acceso incluso de día, tanto a pie como en cualquier vehículo rodado, que se utilice para visitarlo.
El puente Zuazo, presenta actualmente las grietas y los síntomas de una avanzada ruina. Y si no se toman precauciones y medidas de mantenimiento, lamentablemente pronto lo veremos derruido. Sólo los pescadores de cañas y a cordel, que desde siempre y tradicionalmente han pescado desde lo alto de él, aun a riesgo de la circulación de entonces, son los más beneficiados de la tranquilidad que ahora gozan para seguir disfrutando de su afición sin molestias o bien como recurso alimenticio de cada día, que también les proporcionan las teñidas aguas del caño de Zurraque.
Es cierto que el problema que plantea este real sitio histórico, es de término -de término municipal- acabando el nuestro, al finalizar la bajada del citado puente. Punto donde precisamente comienza el de Puerto Real. No obstante se ha intentado tímidamente remozar y adecentar la zona. Se ha resanado el Real Carenero y otras piezas aledañas sin acabarlas definitivamente. Y se ha ocultado todo el vestigio de las piedras ostioneras de sus construcciones originarias. Y de por medio permanece todavía el edificio, que albergó el conocido restaurante del Inesperado, que el paso del tiempo se está encargando inexorablemente también de destruirlo. Todo este entorno permanece bastante descuidado. Terrizo por una parte. Y por otra, lleno de hierbas y matojos, acotado con vallas trenzadas de alambres. Impidiendo el acceso a las edificaciones rehabilitadas, que en él se encuentran y cuyo intento de visitarlas resultaría imposible acceder.
No obstante, entrando en la zona libre de la parte izquierda del puente sobre un bloque del resto que queda de la ya citada Batería de Alburqueque, existe una placa (por cierto deteriorándose también las letras en ella inscritas) que dice: Aquí fue el límite de la España Libre. En este histórico puente las brigadas de Artillería e Infantería de Marina y Fuerzas Navales y del Ejército al mando del Capitán de Navío Diego de Alvear y Ponce de León con heroísmo y valor rechazando los ataques del ejército francés desde el 10 de Febrero de 1810 al 25 de Agosto de 1812. Hicieron de esta piedra venerable el último baluarte de la independencia española. El Excmo. Ayuntamiento de San Fernando le dedica esta memoria -24 de Septiembre de 2007-. Y en la parte tapada de la citada Batería que permanece bajo el puente habilitado para el paso del tren tranvía, había otra inscripción, que decía algo parecido a: ¡Visitante acaba de pisar un trozo de suelo patrio, que no logró pisar el francés!
Después de esta exposición y de las promesas e intenciones de acomodar este histórico y transcendental sitio, acondicionándolo convenientemente para que sea dignamente visitado, tanto de día como de noche. Disponiéndolo de luces, reflectores, de mobiliario y de buenos accesos. Hay que decir con verdadera tristeza -que nada se ha hecho-. Y creo que la Villa de la Real Isla de León, la muy constitucional, noble y leal Ciudad de San Fernando y sus ciudadanos bien merecen que se tome en consideración su pronto restablecimiento.
Por otra parte, sería un motivo más de paseo, de recreo, de satisfacción y de disfrute para nosotros mismos compartiendo juntos los frutos de su inmortal historia. Y también de orgullo, divulgando y mostrando a nuestros visitantes, y al mundo entero, lo que fue para la posteridad -la importancia y la repercusión- que tuvo este trozo tan querido de nuestra Isla como salvaguarda de nuestra Patria. ¡Y cuánto representaría para nuestra Ciudad a todos los niveles, pero especialmente en sus aspectos más lúdicos, dinámicos y socios culturales, incluidos los del ocio infantil y la pedagogía que le reportaría. Así como el fomento de una rica fuente de ingresos económicos!
Resulta evidente que aquello, que no está a la vista o no se ve aunque exista, se ignora o pasa inadvertido. Y este es el mejor caso y el ejemplo más práctico de cuanto se expone. Porque el motivo de la marginación que tiene la zona, manifiestamente así lo determina.
Por eso, invito al ciudadano a visitarla para que comprenda mejor -y en situ- lo que aquí se ha descrito. Y se ha descrito no exento de cierta pena y amargura. ¡Isleños, el Puente Zuazo y su entorno por lo que significa y representa, no se puede ni se debe obviar! Y en mi modesta opinión, debería ser prioritario entre tantas iniciativas que se toman y de obras que se realizan, algunas de ellas, de menor urgencia y de inferior calado y transcendencia de la que es acreedor nuestro, célebre, famoso e histórico -Puente Zuazo- ¡¡Ganado a pulso y por derecho propio y el de todos nuestros ciudadanos!! DIARIO Bahía de Cádiz