Hay un proverbio que dice: no siempre se puede estar de acuerdo con un amigo, pero sí se debe estar con el amigo. Hablar de nuestra querida Isla y hablar bien de ella, no sólo es necesario sino además, considero que también debe ser y es: un ejercicio justo y conveniente.
Todas las ciudades y la nuestra que no es diferente, se transforman, tratan de superarse mejorando su estructura, desarrollando sus actividades económicas, industriales y comerciales. Así como las sociales artísticas y culturales, que en definitiva, son aquellas que las hacen más útiles, funcionales y cómodas a la vista y a la disposición del uso, la ocupación y el disfrute de todos sus ciudadanos y por ende de sus visitantes.
Es cierto y lo he descrito en otras ocasiones, pero siempre desde el cariño y el respeto que siento por mi ciudad; la cantidad de errores que se han cometidos, algunos muy severos ¿Y en donde no? Más con ello, no trato de justificar nada ni a nadie porque seguramente -todo- está recogido en -la mente de los ciudadanos- cuyos perjuicios y desaciertos ya son irreversibles, lo cual, aunque no es un consuelo, tampoco significa que no se hayan realizados otras actuaciones con verdaderos aciertos que son merecedoras de citarlas igualmente aquí, porque supongo que deben figurar también en el haber de las mentes de esos mismos ciudadanos.
Y no se trata de evaluar ni de mencionar en concreto que se hizo bien o mal. O qué tipo de intereses (los que sean) han influido en la construcción y en el futuro de esta -Isla nuestra- en los mejores años de bonanza y certidumbres que no han sido pocos y tal vez no se han aprovechado consecuentemente.
No obstante y tras lo citado anteriormente, lo que me propongo ahora, es llevar al ánimo y al espíritu de los isleños, tanto a los de a pie, a los que andan; a los que se patean la Isla por todos sus rincones como a los que por sus propias circunstancias o limitaciones, se mueven sólo por el centro y otros lugares más cercanos a él, para decirles, que -la ciudad- también tiene lugares y cosas muy dignas, hermosas y bellas que son motivos de recreación, de regocijo y de disfrute como susceptibles y justas de resaltar.
Y no cabe duda que esta es una apreciación muy particular y doméstica; la de andar por casa desde luego, pero hecha y dichas con un sentido afectivo y sentimental, cercano, práctico y objetivo, de ocuparnos en saber valorar y disfrutar lo que tenemos -que no es poco- y que en ocasiones soslayamos o simplemente ignoramos y como mal menor, desestimamos o, quizás no destacamos suficientemente.
Así, por ejemplo: ¿quién no es capaz de valorar la transformación del barrio de la Pastora; sus casas, sus calles, sus plazas, sus bares? ¿O el del Cristo? ¿Y las nuevas avenidas: Arenal, León Herrero, Hornos Púnicos, Sacramento, El Carmen, La Ardila, Constitución y zonas aledañas que parecen -otra ciudad- dentro de la misma y que tal vez desconocen muchos isleños?.
Esto sólo es un breve reflejo y podría continuar refiriéndome a otros lugares y zonas equidistantes, imposibles de citarlas todas aquí, pero estoy seguro que ustedes las localizarán y les pondrán a cada una su acento y su cariño particular en función de su familiaridad con el entorno elegido en el cual concurren y disfrutan habitualmente.
Permitidme decir que a mí, uno de los símbolos de la Isla que más me satisface y que me alegra visionarlo cuando regreso a la ciudad después de un viaje, lo constituye contemplar desde lejos (también de cerca) -los dos picos azules- de las torres campanarios -gemelas- de nuestra Iglesia Mayor. ¿Y preguntaría: cuál es el preferido de ustedes?
Por favor, búsquelo y póngale nombre, seguro que este ejercicio os servirá para visionar y valorar a nuestra querida Isla de otra manera. Calle Real y el tren-tranvía aparte. DIARIO Bahía de Cádiz