Le falta el aire, el corazón pasado de revoluciones, y eso que bajaba una de las pocas cuestas que hay en Cádiz, la que une las murallas de Puertatierra y la Plaza de Sevilla. No corría para no llamar la atención -qué va a decir la gente al ver a un policía municipal correr detrás de nadie-, pero lleva casi ese ritmo que llevan los corredores que no corren en las competiciones de marcha.
Lo había visto al amanecer, con las primeras luces del contraluz que se contemplaba desde la ventana del servicio de su casa. No podía dar crédito a lo que veía, apretó varias veces los ojos, mientras sentado en el ‘trono’ cumplía con sus rutinas mañaneras, pero al final dio por real lo que sus ojos estaban viendo, el perfil de una estructura extraña, como una especie de tela de araña se distinguía entre Puerto Real y Cádiz, parece que justo en medio de la Bahía.
Cruza de punta a punta la plaza de San Juan de Dios, y al pasar por las fuentes de los chorritos se moja los pantalones del uniforme, hace un poniente del carajo… Justo al llegar al edificio, a la puerta del Ayuntamiento coincide con el alcalde que se dispone a entrar. ¡Sr. alcalde, Sr. alcalde, qué desgracia, que a Cádiz le ha salido un puente!
Lo primero que hace el alcalde es darle un vaso de agua y tranquilizar al informante uniformado, después se acerca el móvil, marca, espera y dice: soy yo, convoca a la junta de portavoces urgentemente, sí, sí, esta tarde a las cinco en mi despacho, no, sí, un bastinazo total.
El representante de la oposición se sonríe y susurra -si es que no lo creíais, pero la alcaldesa lo decía, allí, junto al Corte Ingles, va a crecer un puente- a la vez que con el peine en una mano y la otra a modo de confirmación y de presión del cuero cabelludo, se acicala y pone en línea recta la raya de su pelo pasado por gomina…
Cuatro horas de reunión, pasando fotos, vídeos, diapositivas…, una vez confirmado el fenómeno extraño, el alcalde, tras hablar con el delegado de gobierno, toma la palabra: ahora la ciudad de Cádiz no puede perder tiempo, debe ser esta ciudad la que ponga el nombre a este puente, es aquí donde ha salido, por lo tanto es nuestro…
Uno de lo presentes teoriza -si Cádiz tiene al Queco y a la Queca, tiene la Caleta y la Punta San Felipe, parece lógico que si un puente se llama puente Carranza, este se llame Puente Teofila-. Silencio absoluto. Después de este vacío sonoro, se escucha al afrancesado -en Cádiz siempre han sido mal vistos, pero haberlos haylos como las meiga-, pues me van a perdonar, pero si en París hay una plaza que lleva un nombre tan gaditano como el de Trocadero, propongo, en aras de esa amistad nunca bien entendida entre los gaditanos y los parisinos, que el nuevo puente que nos ha salido lleve el nombre del Pont Neuf, no, puente nuevo no, Pont Neuf, como el que cruza ese río, cuna de tantos poemas de amor, que es ‘la Seine’. Silencio modorro absoluto. Mientras Antonio Burgos y algún plumilla local han creado un grupo para recoger firmas en change,org, “queremos que se llame Pemán”, parece que se refieren al puente.
Me acaba de llamar la ministra de Fomento, comunica el alcalde, y me ha dicho que el coste del ‘Pont Neuf’ es superior a quinientos millones de euros, que por eso Cádiz no contará con ninguna inversión este año, pero es que es tan mono (el puente)…, dice que dijo la ministra.
Me cuentan desde Puerto Real, que ya hay una propuesta del anterior equipo de Gobierno, para cambiar el nombre al pueblo, que pasaría a llamarse Royal Port -Brooklyn, que ellos también quieren… DIARIO Bahía de Cádiz