Cada año asisto al ciclo de los premios, los Nobel, los Príncipes de Asturias, luego hay otros que me pasan más desapercibidos, ya sea por la cuantía de los premios, ya sea por su repercusión mediática, o por ambas causas a la vez.
Normalmente son socialmente aceptados, no son discutidos; aparecen en la prensa, los escuchamos en noticiarios, yo los busco en mis archivos mentales si recuerdo a alguno de esos nombres, lo normal es que a esta operación le dedique apenas unos segundos, ya que lo más frecuente es que ni me suenen. Con los méritos de los galardonados me ocurre algo parecido.
Luego están los premios más políticos o a políticos, que pese a la polémica que puedan provocar, los termino aceptando por su propia definición de “premios políticos”. Un ejemplo, el premio de la Paz al Obama.
Pero este año han aparecido de golpe un ejército de “cuñaos” opinadores del premio Nobel de literatura a Bob Dylan. Que si es un paleto, que si eso no es poesía, que ya puestos, son mucho mejor Quintero, León o Quiroga, incluso algún “cuñao”, eso sí ocal, ha llegado a calificar de rojos y masones al jurado ya que a Pemán nunca le dieron el Nobel, con sus poemas recios, con sus guiones cinematográficos y series de caspa y catetas, y se lo dan a ese americano que ni conocía la Caleta…
¿Quién, entre los “cuñaos” ha dudado ni un momento la justicia o no del premio otorgado a Oliver Hart y a Bengt Homstrom este año por sus aportaciones a la “Teoria de los Contratos”? ¿Quién conoce a David Thouless, a Duncan Haldame o a Michael Kpsterlitz? ¿Quién sabe lo que es la materia en el mundo cuántico? ¿Quién discute su aportación a la revelación de “los secretos exóticos de la materia”? No se esfuercen mucho, ninguno.
En verdad, cuando escuché el nombre del premiado este año me quedé un poco desconcertado, dando vueltas al tema, y por comparar, leí alguna parte de Canto General de Pablo Neruda y la letra de “los tiempos están cambiando”, pensé para mis adentros de que los dos transcendieron a su propia historia, los dos describieron una época, una forma de entender lo que les rodeaba. De cualquier forma, la duda seguía.
Pero una vez leídos a los “cuñaos”, sus razones y argumentos, me aclararon mi opinión sobre el premio Nobel de Literatura, y también en plan cuñao opino y digo: ¡gloria y honor a Bob Dylan! DIARIO Bahía de Cádiz