Hace unos días que hice mención, en uno de mis comentarios, a un oficial de alta graduación del Ejército que había enviado a la prensa una carta en la que se quejaba en forma poco respetuosa y, evidentemente, por un medio no reglamentario, de la conducta hacia él de uno de sus superiores, un general. Entonces ya manifesté que no eran medios, ni forma ni, por supuesto propio de un militar quejarse de un superior aireando, por medio de la prensa, unas supuestas irregularidades en el trato que había recibido, suponiendo que fuera cierto, de un superior jerárquico. Las leyes y reglamentos militares tienen sus medios para que semejantes situaciones se puedan solventar dentro del mismo Ejército por los cauces reglamentarios y dentro de la misma Justicia Militar. En todo caso, es evidente que hechos como el que he mencionado y otros similares no contribuyen en modo alguno a crear una buena imagen de lo que debe ser la disciplina dentro de las Fuerzas Armadas.
Hoy nos hemos enterado de que otro grupo de militares ha entregado a esta nueva formación política, autodenominada “Podemos”, unas propuestas para reformar las Fuerzas Armadas. Por lo visto, entre ellos parece que no existen distinción de grados, es decir se trata de una amalgama de efectivos de tropa, suboficiales y oficiales, en un totus revolutum, lo que ya de por sí demuestra la falta de disciplina y respeto por los grados superiores, cuando se hace causa común de lo que, evidentemente, serán problemas distintos según afecten a cada una de las clases y grados de tropa. El mero hecho de que hayan escogido a un grupo político compuesto por antisistemas, ácratas, intelectualoides filocomunistas y defensores de no pagar las deudas del Estado, salirse del euro y pretender (como intentan hacer los separatistas catalanes con Catalunya), que excluidos de la CE y valiéndonos por nosotros mismos, España conseguiría evitar caer en la más absoluta e irremediable quiebra soberana; ya nos indica la clase de personas de que se trata, su escaso sometimiento a la disciplina militar y el poco respeto por las ordenanzas y cauces reglamentarios para dar curso a quejas, propuestas o proyectos de reforma del Ejército; aún suponiendo que ello fuera de su incumbencia.
No puedo dejar, en este punto, de hacer mención a un hecho que tengo la impresión que ha marcado un antes y un después, en lo que ha sido y actualmente es nuestro Ejército. Es evidente que sería pedirle peras al olmo el pensar que, si bien la oficialidad, los salidos de las distintas academias de tierra, mar y aire, son en su gran mayoría hombres o mujeres oriundos de nuestra tierra, otra cosa muy distinta es que, como consecuencia de la supresión del antiguo servicio militar obligatorio, los cargos de suboficiales, cabos y el resto de la tropa, estén repartidos entre personas de distintas nacionalidades ( algo parecido a lo que antes era la Legión Extranjera) que se han enrolado al servicio de la nación española, no por espíritu patrio, ni por amor a España ni a su bandera, sino meramente para conseguir un modus vivendi; aprender (cobrando) una profesión y conseguir vestimenta y alimentación gratis. Siendo esto así, no debe extrañarnos que, cuando se les quiere mandar a cumplir misiones en el extranjero se resistan a ello; porque lo que ellos quisieran es que el Ejército se convirtiera en un lugar apacible, como una oficina, en el que pasar unas horas trabajando y el resto con sus familias; sin que el estar adscritos a él significara ninguna obligación que pudiera poner en peligro sus vidas.
En todo caso, no sabemos lo que pensará el señor Morenés, ministro del Ejército, de que estos insurrectos propongan incluir en el programa de Podemos el que, para que el Gobierno español pueda ordenar al Ejército una misión, sea en España o fuera de ella, se tenga que contar con el visto bueno de las unidades afectadas por la orden. Esto nos retrotrae a los tiempos de la Guerra Civil española cuando, en las unidades integradas por miembros de la CNT y la FAI, cuando sus oficiales decidían iniciar una misión que pudiera entrañar el peligro de enfrentarse al enemigo, se tenía que convocar una asamblea donde se decidía si se debía o no cumplir la orden de sus superiores jerárquicos. Es decir una guerra democrática. En principio, ya proponen que se someta esta cuestión de las misiones en el extranjero a un referéndum nacional. Y es que, señores, nos estamos temiendo que, en esta cuitada España, empiezan a detectarse signos evidentes que hacen prever que una parte importante de la población piensa que el mejor gobierno para el pueblo puede venir de las comunidades vecinales, que sobran los dirigentes políticos, los partidos, las Administraciones, las fuerzas del orden, las relaciones internacionales, la sanidad pública, y todas las demás instituciones que se ocupan de dirigir el Estado, incluidas las Fuerzas Armadas.
Al parecer, según dicen los 25 implicados en esta pequeña milicia rebelde, también quieren eliminar los “privilegios militares” y es probable que, como ocurrió en la Rusia soviética, pronto decidan que la guerra se haría mejor sin los oficiales y demás mandos. Así empezó en Rusia, precisamente n Crimea la insubordinación bolchevique de los marinos contra sus mandos en el acorazado Potemkin y lo mismo ocurrió cuando el levantamiento del 18 de Julio con los marinos y suboficiales de la armada española en poder de la República. Asesinaron a los oficiales y se apoderaron de los barcos. Luego no supieron manejarlos y ¡así les fue!
Estamos en momentos muy difíciles, señores, en los que se pone en cuestión la unidad de España, no sólo desde Catalunya sino que hay otros lugares que esperan acontecimientos para jugar sus propias cartas. Lo único que falta es que, dentro del propio Ejército, se empiecen a filtrar semillas revolucionarias, indisciplinas no sancionadas, militares dispuestos a convertirse en cabezas de puente de posibles insubordinaciones a las órdenes de sus superiores. Tenemos miedo a que la falta de energía del Gobierno; el miedo a levantar las mantas para ver lo que se esconde debajo de ellas o el permitir que nuestras instituciones vayan siendo ocupadas subrepticiamente por aquellos que lo único que buscan es establecer una cabeza de puente, dominada por el neo comunismo importando de Sudamérica, en el sur de Europa.
No perdamos de vista algo que nos afecta directamente. Cada día los yihadistas del EI van extremando su propaganda reivindicando nuestro país. En foros y redes sociales yihadistas proliferan mapas de los territorios que pretenden unificar bajo su mando. En cinco años España y Portugal, según el proyecto que tienen, van a pertenecer al Estado Islámico. Y no es que los tengamos a miles de kilómetros, no, no señores, basta que los que están agazapados cerca de nuestras fronteras o, aún más, los miles que ya tenemos en España viviendo a nuestro lado, decidan un día iniciar la reconquista del Al Andalus (España) para que esta nación, debilitada por nuestras peleas internas y por los avances comunistas, quede a merced de tales bárbaros. Con un ejército debilitado, formado por mercenarios que no sienten el amor a la patria y sin los pertrechos necesarios para poder presentar batalla con garantías de éxito, si, Europa, no decide echarnos una mano, mucho nos tememos que nuestras opciones van a ser muy pocas.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, vemos con inquietud estas noticias referentes a las relaciones de miembros de nuestras fuerzas armadas con grupos políticos que poca confianza nos merecen como para dejarles que se infiltren entre nuestros soldados, para sembrar entre ellos la semilla de la discordia. DIARIO Bahía de Cádiz