“Por lo visto, no va quedando ya ningún patriotismo anónimo, que es el grande”. A. Ganivet.
Creo que hace muchos años que no contemplaba en nuestra nación, España, una situación tan desconcertante, un conjunto de circunstancias tan dispares y, a la vez, tan insólitas para un país democrático, que lleva 38 años rigiéndose por un sistema de libertades y que elije a sus representantes por medio de la insaculación secreta, lo que permite escoger libremente a quienes deberán hacerse cargo del gobierno de la nación. Un ciudadano, un voto.
Casi parece una pesadilla, de la que algunos quisiéramos poder despertar y encontrarnos de nuevo en aquellos tiempos de paz, prosperidad, pleno empleo y feliz convivencia de todos los españoles que precedieron a aquella catástrofe nacional, aquel hundimiento de nuestras finanzas, economía, empleo, empresas, puestos de trabajo y esperanzas, que a punto estuvo de llevar a España a la quiebra soberana. De pronto, todo un mundo de prosperidad y confianza en el futuro, con toda su carga de temor, desconfianza, incertidumbre y pesimismo, se desplomó sobre los españoles como si una maldición divina se hubiera abatido, en castigo de nuestras culpas, sobre nosotros. Ocho años de recortes, falta de trabajo, cierre de cientos de miles de empresas, grandes y pequeñas, y cinco millones de españoles en el paro, han sido capaces de darle al país el mayor vuelco político que nadie pudiera esperar de una nación que, sólo unos años antes, había sido puesta como ejemplo en toda Europa, por la forma en la que había conseguido recuperarse, entrar con nota en la UE y ser una de las naciones, si no la que más, que había conseguido progresar de forma espectacular en sólo unos pocos años.
Por desgracia, seguramente como consecuencia de este periodo de dificultades y penurias que acompañaron a la crisis española y, hay que reconocerlo, del descontento que tantos sacrificios y situaciones de penuria, que se han derivado de la crisis, han producido en muchos ciudadanos, que se han visto obligados a apretarse el cinturón y a renunciar, en ocasiones, hasta a lo más imprescindible. Inevitablemente, siempre existen los buitres, los carroñeros de la política que aprovechan las dificultades y las desgracias ajenas para intentar ( lo consiguen muy a menudo) aprovechar la astenia mental, el descontento y la rabia del ciudadano para arrimar el ascua a su sardina que, al menos en nuestra nación, se suele polarizar alrededor de dos extremos: la izquierda antidemocrática y el separatismo latente en algunas de nuestras autonomías.
Ambas taras políticas han reavivado en nuestra patria: los primeros, los comunistas bolivarianos de Podemos, enviados en misión de conquista desde la Venezuela del señor Maduro, al que primero ayudaron en su país a acallar la prensa, a deshacerse de sus opositores políticos, encarcelándolos, y a instaurar un régimen dictatorial del más puro estilo soviético, con su policía secreta represora, al estilo de la Stasi alemana o la KGB rusa y, los segundos y más virulentos, los separatistas catalanes, comandados por el señor Mas y el señor Junqueras, dos orates del nacionalismo catalán, que se han propuesto acabar con la estabilidad de Catalunya, arrastrando trás de sí, al resto de España, hacia un futuro que todos, menos los empecinados del arcaico independentismo catalán, saben que carece de cualquier viabilidad, tanto en sus posibles relaciones con el resto de la nación española, como con los países europeos pertenecientes al MC.
Ahora es inútil perderse en lamentaciones, quejas en contra de los responsables de que se haya llegado a esta difícil y preocupante situación o decisiones que se debieran de haber tomado desde hace mucho tiempo y, no obstante, no se tomaron. Ha llegado el momento de unificar en un solo fin el objetivo de todo español que se sienta como tal, que no quiera que los independentistas se salgan con la suya o que no admitan el quedar abandonados, en tierra hostil y en manos de unos obcecados y fanáticos vendedores de falsas ilusiones nacionalistas, a todos los millones de catalanes españoles que estamos viviendo en esta tierra y que nos exponemos a ser considerados como extranjeros en una tierra que siempre ha sido española.
Nos queda una oportunidad y no nos vale esperar a reaccionar cuando lleguen las legislativas porque, para entonces, puede que ya sea tarde para evitar que unos pocos, una minoría que se ha hecho fuerte saliendo a las calles, manifestándose una y otra vez y reuniendo a multitudes aparentes (100.000 o 200.000 o incluso un millón de personas se convierte en multitud impresionante reunidos en las calles y, sin embargo, en las urnas pueden quedar reducidos a minorías si el resto, que no compartimos sus ideas secesionistas, nos confabulamos para ir, desterrando perezas, indiferencias, miedos, dificultades y tentaciones de acudir a otros lugares de ocio, a votar; cuando es evidente que estas elecciones autonómicas no tienen las mismas características que cualquiera de las otras de los años precedentes, en las que no se jugaba la unidad de la nación española ni el porvenir de nuestras familias, condenadas a desenvolverse en una país en el que nos sentiríamos extranjeros y, con toda probabilidad, en poder de la más extrema de las izquierdas, que es lo que le ha sucedido a la ciudad de Barcelona, actualmente en manos de Podemos; que es lo que le esperaría a toda Catalunya, si ganase con amplitud la propuesta de Mas y Junqueras.
Es evidente que CDC está acabada y que Mas ha quedado convertido en una especie de mascarón de proa de madera, de la nave separatista; utilizado por el resto de políticos como ariete pero que, si lograran su objetivo ( algo que no lo van a conseguir), sería apartado del mando y enviado a su casa, juntamente con todos los miembros de la burguesía catalana pertenecientes a su partido, puesto que, la corriente dominante en toda la autonomía catalana, que goza de mayoría en este proceso separatista, es especialmente de tendencia de izquierdas y, en algunos casos, extremista. No olvidemos el papel que es muy posible que represente en toda este panorama político, la formación política Podemos, una fuerza que, es verdad que ha ido a menos, pero todavía conserva un peligroso cuarto puesto en cuanto a intención de voto, lo que le puede representar una presencia destacada en el nuevo Parlament catalán, surgido de los nuevos comicios. Una parte que puede tener, en un momento determinado en que se tengan que tomar resoluciones importantes, una función de bisagra que no se debe de despreciar de antemano.
Si están llamados a votar cerca de 5.000.000 de catalanes y las encuestas dan por supuesto que, los verdaderamente separatistas, sí pueden tener mayoría en escaños pero, seguramente, no van a conseguir la mayoría absoluta de los votos emitidos; no queda duda de que la misión de todos los que no queremos dejar de ser españoles viviendo en la comunidad catalana, es la de mantener nuestra obligación, el deber moral, la responsabilidad para con los nuestros y la necesaria dosis de patriotismo español, para acudir a votar, sin excusas, pretextos ni falsas justificaciones.; porque es tanto lo que nos jugamos, tan graves las consecuencias de que llegaran a vencer estos fanáticos separatistas, que hay que presentarles batalla hasta el último momento.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, acudimos a la sensatez de todos, el patriotismo, la auto defensa de nuestros intereses y de nuestro derecho a seguir siendo españoles dentro de un pedazo de España, para que no se quede ni uno de nosotros en casa o no falte ni un ciudadano, aunque fuere robando un poco de tiempo a sus ocupaciones o diversiones, a introducir su voto en las urnas, nuestro testimonio como ciudadanos sensatos y españoles de bien, en contra de aquellos que quieren acabar con nuestras libertades, derechos constitucionales y ciudadanía española. Si señores, repito¡ A mí la Legión! La que ayudó a salvar a España del comunismo internacional y ahora, primero a través de los votos, y, en todo caso, en defensa de nuestra Constitución; por encima de cualquier intento de secesión, nos va a ayudar a salvar, una vez más, a nuestra vieja España. DIARIO Bahía de Cádiz