En realidad toda la culpa es de los hombres. Yo vivo rodeada de hombres, de diversas edades, pero hombres al fin y al cabo. Así que me hallo -cuando me hallo- en franca minoría. Cuando mi hijo era pequeño era diferente, todo era más fácil. Ahora, repletito de hormonas testosterónicas como anda, hace frente común con su padre de él y la cosa se me complica. Diríamos que mis delicados gustos cinéfilos, por ejemplo, no son compartidos. Como tampoco lo son mi afición a la poesía o a la elegancia en el vestir.
Yo todo esto lo llevo con un “savoir faire” que pa que te cuento, pero de vez en cuando necesito un desahogo, más que nada para no acabar liándome la manta a la cabeza y hacer cualquier locura impropia de mi edad y condición.
A ellos les encanta ese gran actor que es Sylvester Stallone y su magnífica saga ‘Los Mercenarios’, sólo superada por las pelis de Arnold Schwarzenegger y el mítico Steven Seagal.
Yo lo respeto, aunque me duela, e intento no pensar en qué momento de la evolución humana se torció la cosa. Les cuento un par de ejemplos para que se hagan ustedes cargo del sufrimiento intelectual al que me veo sometida constantemente. Así, sin anestesia.
Hace un par de veranos, comiendo a orillas del Douro, en la maravillosa ciudad lusa de Oporto y tal vez bajo la influencia de su decadente belleza, me acordé de la escena final de ‘Muerte en Venecia’. Como yo muero con Visconti, traté de explicarle a mi vástago toda la fuerza y la simbología de aquella gota de tinte que resbalaba por la frente de Dirk Bogarde. Poseída por el ambiente y ante la entrega del respetable, narré el plano secuencia como si el mismísimo Thomas Mann me hubiese poseído. La criaturita me miraba atenta y el padre atónito me espetó:
-¡¡¿Todo eso viste?!!…y el hijo nuestro, de ambos, en su inocencia preguntó-: ¿Tú no viste la peli, papa? -Él respondió que sí, que la había visto, aunque parecía que la había percibido de modo distinto. -Y la criatura, sin comprender, volvió a interrogar a su progenitor paterno-: ¿Pero a ti qué te pareció, papi?
-Un coñazo, hijo. Un solemne coñazo-, respondió.
(En ese momento, la policía de segurança trataba de impedir que me arrojara al Duero desde el Ponte de Don Luis I)
Ayer mismo, mientras visionaba arrobada ‘Enamorarse’ -protagonizada nada más y nada menos que por Meryl Streep y Robert de Niro-, he tenido que volver a sufrir el boicot continuo de ambos. “Nenaza” es lo mas suave que le han dicho al pobre Robert, que enamorado sin remedio, respetaba las melindres de una Meryl atormentada por la culpa producida por su estado civil.
Ahora mismo, en estos momentos en que trato de entregarme a la loable actividad literaria, mi retoño estudia la tabla periódica a voz en grito de esta guisa: «¡¡Rubidio, Rubidio para Cesio, Cesio para Francio, Francio encara la portería y…, paradón de Berilio!!
No sé a qué hora cenáremos, todo depende de Fernando Alonso. La liga ha cambiado de líder y el que estaba feliz la semana pasada ahora anda mohíno y viceversa. Seguiré untándoles linimento cuando llegan del fútbol y del pádel respectivamente, y tragándome las alineaciones del Manchester United y demás clubes de fútbol que en el mundo han sido, mientras me entero que Neymar no ha fallado nada más que un tiro en lo que va de liga.
Ahora creo que voy a terminar de prepararme la charla que tengo que dar mañana en Algeciras. Escucharé bajito a Joan Manuel Serrat, y cuando acabe leeré poemas a escondidas.
Por lo menos ha ganado el Cádiz. DIARIO Bahía de Cádiz