Mayo es un mes a medio camino entre las tradiciones y la ostentación. Florecen las costumbres de siempre junto con los movimientos financieros domésticos. El personal, además de llevarle flores a María, se echa flores a sí mismo. Es una especie de Potlatch en la era digital de los 140 caracteres. Hay ciudadanos que se lanzan al Rocío, a las primeras comuniones, a las cruces de mayo, etc., gastándose el dinero que no tienen en objetos y ritos perfectamente prescindibles y reñidos con la práctica de su religión.
Las cruces de mayo han sido tomadas por los adultos para su personal lucimiento, es significativo observar cómo detrás de actividades de niños y púberes están los mayores, acaso se creen imprescindibles o acaso es que les sobre el tiempo y deban buscarse tareas para las que deberían dejar a su aire a los infantes y a los sacerdotes con sus obligaciones. Esos gigantescos pasos de cruces de mayo paseando por el centro de localidades andaluzas representan el triunfo de los adultos aniñados sobre la iniciativa de los menores.
La creatividad infantil de antaño ha dejado su lugar a la profesionalización de la ceremonia, al morir la vida de los barrios llega la artificiosidad y la falta de lo espontáneo al tiempo que decae o desaparece ese buscarse la vida de los menores con un cajón, unos palos, un papel celofán y unas latas de leche condensada para con todo eso y algunas flores fabricar un modesto paso de cruz de mayo que es simple pero de ellos, no de veteranos con el gusanillo eterno de la Semana Santa y el deseo de pasearse por la calle para que los mire la gente.
Las primeras comuniones son un ejemplo de ese Potlatch derrochador donde las familias tienen que demostrarle a sus prójimos que tienen lo que no tienen, se destierra en no pocos casos el orgullo y la dignidad de aceptarse uno como es y aviarse con lo que se posee, para abrazar una fanfarronería sembrada en buena parte por el periodismo rosa de pantalla o de papel cuché, algo bien visible en las bodas donde se dan cita ciudadanos que se empeñan en llevar vestimentas que no son de su incumbencia y que hay que saber llevar porque no todas son la difunta Cayetana de Alba y no todos son su hijo el nuevo duque.
Mientras, el Rocío deja vacíos numerosos puestos de trabajo y no pocos negocios, hay lugares que se paralizan en Semana Santa, en el Rocío, en las feria. ¿Por qué? Hasta que esto ocurra sólo entre una minoría no seremos una sociedad actual, lo queramos o no, el mundo no va por nuestro camino tópico y típico, es hora de enfrentarse al futuro y dejar de huir. DIARIO Bahía de Cádiz Ramón Reig