Mujeres que se aman: ¿Y sí la pasión son ellas? ¡Qué más da! Historias de amor y pasión han sido y son fuente inagotable de inspiración para el teatro, el cine, la televisión…Quizá la pasión humana forma parte del imperio de los sentidos, que todos llevamos dentro: para bien o para mal, pero pasión humana al fin y la postre. Mas todo está en los libros para recreo de nuestro entendimiento.
No es de estos tiempos ni es costumbre habitual hablar de las pasiones humanas. Pero la gente… sigue muriéndose de amor, lanzándose desde los acantilados de la muerte. Nunca hemos de olvidar a ‘Romeo y Julieta’.
Pero-hoy en día-las susodichas pasiones se pueden satisfacer en el interior de cualquier coche, en el aparcamiento de éstos, y como no: al salir de cualesquiera de turno. No descartamos el satisfacer de las primeras en cualquier habitación de un hotel, en casas deshabitadas… No hemos de olvidar que en nuestras propias casas hacemos uso de ‘las pasiones humanas’ que, cuando hay amor de por medio, son inolvidables. Que nuestras pasiones -convertidas en deseos- nos pueden llevar hasta la propia muerte…
Pasiones de la vida que no desean saber-muchas veces-de nombres ni de estados: casadas con solteros, casados con solteras: Es la ‘pura pasión’ convertida en diversión…Y es que las pasiones que forman parte de ser humano -a decir verdad-, son generadoras de mitos, de leyendas, de literatura, el teatro, la novela, la ópera, el poema, el canto…: todas ellas y ellos contenidos en `la historia de los grandes libros’ para el conocimiento de nuestro entendimiento.
Ya que todo es pasión en el mundo amoroso, al menos en un principio. Pasiones, que son esperanzas, que sólo en parte se han realizado, es decir, se han hecho recuerdos ya…Y por último, puedo convenir y convengo en que…los hombres/mujeres saben mejor si sienten, si aman o lo que les aborrece. Y esto no es hablar por hablar…, es la propia vida.
La libertad nunca significa libertinaje. La libertad ha de ejercerse siempre dentro de la ley de cada país. Nuestros pensadores, ya fallecidos, Ortega y Gasset y Unamuno nos hablaron de la vida: el primero (‘Meditaciones del Quijote’), manifestando: “La vida es libertad en la fatalidad y la fatalidad en la libertad (…) la vida pesa siempre, porque consiste en un llevarse y soportarse y conducirse a sí misma”; y el segundo (‘Diario Íntimo’), nos dijo: “Se dice y acaso se cree, que la libertad consiste en dejar crecer una planta, en no ponerle =rodrigones (…); en no podarla, obligándola a que tome ésta u otra forma (…). Y la libertad no está en el follaje, sino en las raíces (…), si sus raíces se encuentran al poco de crecer, con dura roca impenetrable, seca y árida o con tierra de muerte…
Cualquier cosa, cualquier acontecimiento puede ocurrir bajo la bóveda del cielo que albergan las estrellas. Y éste que narro fue uno de ellos. Quizá fue un sueño, una inspiración. ¡Y qué sé yo…! Este capricho, sueño, inspiración o realidad existe desde la noche de los tiempos. Dos mujeres atadas por el amor, porque el amor existe a nivel universal entre gais, lesbianas y heterosexuales… Y es que si alguien no ama en este mundo, posiblemente, esté esperando la muerte, que pronto le llegará
Sí existe amor pasional entre mujeres: no lo negaré. Nosotras somos casadas, y hubo cómplices en nuestras relaciones sexuales: el otoño, las hojas que son secretos caídos que lleva el viento, la noche con la fuerza que da el amor… Somos almas ardientes, y buscamos lo siempre deseado. Después –quizás… con un ¡hasta luego!– merecerá la pena haber roto el roble amoroso que nos separaba. “Es hora, nuestra hora de los sueños –me dice mi antigua alumna cuando acude a la cita concertada–, de las relaciones carnales anheladas. Todo está escrito. Despojémonos de nuestras ropas, y busquemos sábanas –sin sogas indiscretas– donde yacer cuerpo contra cuerpo”. Su cuerpo de carne viva –cabellos bronceados y ojos con mirada desnuda– me había hecho su cautiva. Veintitrés años sin rumbo, sin límites humanos…
Si existe amor pasional entre mujeres: no lo negaré. Allí –en las afueras de la gran ciudad – acaeció nuestro bacanal de mohines y carantoñas. La guarida de nuestro encuentro se encontraba al lado de una salvaje playa, tan salvaje como el ánimo voluptuoso –río profundo – que recorría nuestras venas. Desnudos los cuerpos combatieron sin medida –sobre la arena –, vientre contra vientre, pezones contra pezones… Nuestra sangre fue una y abundante sangre de placer. Mis cincuenta años no me perdonaron tanto exceso amoroso, pero las almas se tranquilizan, precisamente, con lo desconocido… con lo que estaba prohibido y hoy es llamado “opción sexual amorosa”, aunque el sexo sea el mismo. Belleza, armonía, besos ardientes, besos robados, lenguas insaciables, manos temblorosas y húmedas: he aquí el compendio de tantos y tantos orgasmos habidos. Nuestras manos, nuestras bocas cumplieron su misión. ¡Qué lejos quedaban los caprichos! ¡Qué fríos –helados – nuestros cuerpos! Ambas –nuestras voces – exclamaron: “¡Ay deleites perdidos y encontrados! Qué lejos de nosotras estuvisteis. Qué próximo el cielo: ¡lo abrazamos! Qué esclavas de los hombres pernoctamos”.
Cerca, muy cerca pulularon testigos las estrellas, y la Luna caprichosa esperaba: humillarnos, inculparnos, violentarnos… Allí, y sobre la playa negra de arena, dos mujeres –madura y joven – sin barreras, valientes, con luz de noche primavera –cuerpo a cuerpo – se entregaron, se amaron, se salvaron…, y llegaron a esculpir sobre una piedra: “Ayer, en tiempo muerto, quizás un instante –sin siniestras intenciones – fuimos más mujeres, en la noche del Dios de las estrellas”.
Un luna débil acariciaba las aguas de la salvaje playa, y las dos mujeres –joven y madura– ya puestas en pie, levantaron sus brazos –amantes antes–, hicieron oscilar sus manos, y se perdieron para siempre, teniendo de testigos las estrellas… DIARIO Bahía de Cádiz