Ya llegó septiembre, el noveno, el que marca el final, pero sin embargo es el principio de las clases.
Septiembre con sus atardeceres de luz difuminada, con su playa de paseo y de sonidos locales.
Septiembre con caritas de niños dormidos camino del colegio, de la mano de padres haciendo números y sacrificios para comprarles los materiales.
Septiembre con su pobreza, con su incremento del paro, con los despidos gratuitos de trabajos precarios veraniegos. Septiembre con las ganancias estivales de los empresarios y el “al menos es algo” de los trabajadores.
Septiembre que mira a noviembre con sus frutos secos, a diciembre con sus turrones, enero con la ilusión de los más pequeños, y en Cádiz, en mi tierra, mira a febrero con el inicio de las coplas.
Septiembre de primeros sones, de tímidos acordes, de risas en los ensayos, papeleras llenas de apuntes de autores y primeros apuntes de los universitarios, los que empiezan los que sueñan, los que no saben dónde acabarán.
Septiembre de orgullos tragados, de juramentos en febrero de no volver a salir, pero es mirar la guitarras y pensar sólo en lo bueno.
Septiembre de ruidos laborales en las calles, abarrotadas con las salidas del cole, solitarias a media mañana, desiertas en madrugada. Septiembre de risas en los institutos, con los primeros amores de pupitres, los amigos para siempre, hasta que la vida los separe.
Septiembre, pero ¿qué sabrás tu de eso?, si sólo eres un número en un almanaque, sólo sabes que llegas, que te irás y que el año que viene volverá septiembre. DIARIO Bahía de Cádiz