Será que voy llegando a una edad donde el niño que fui se avergonzaría del adulto que soy. Mi yo del pasado me volvería la cara con esas rabietas de las que solo un pequeño es capaz y me preguntaría dónde dejé mis sueños, le contestaría sepultados bajo una montaña de mediocridad y responsabilidad y me tragaría las ganas de acompañarle en su enfado. Será por esos motivos que la graduación de mi hijo pequeño, el cual pasa de infantil a primaria me ha dejado cargado de nostalgia.
Qué hermosas palabras se dijeron, qué felices sus caritas su infinita inocencia, qué sanas y etéreas sus amistades. Acompañados de sus “compis” pasaron un buen día. ¿Cuántos permanecerán? ¿Cuántos de ellos no son más que aves de paso, en esta hermosa pero maldita tierra, donde el paro campa a sus anchas? Tendrán que marcharse a causa por motivos laborales de sus padres. Espero que más pronto que tarde, antes que las cadenas de la amistad sean tan fuertes como para sentir el añoro de su emigración, pero tan débiles para no ser capaces de mantener ese cariño en la distancia.
Qué de sentimientos tuve esa tarde ¿Qué sería de mis compañeros de preescolar en el Grupo? (hoy San Rafael). A duras penas solo recuerdo dos nombres totalmente carentes de apellidos. Con un poco de esfuerzo y paciencia si me creo capaz de redactar la lista de la EGB, donde conservo con algunos el aprecio y con otros el saludo cortes. Qué pena de colegio Valcárcel abandonados a eternas promesas de políticos rastreros, y dejando un vacío enorme en el barrio de mis amores.
Qué distinta fue la graduación de mi pequeño, el cascabel de la casa, tan apreciado, tan querido por sus amiguitos, por eso me resulta tan dolorosa, al saber el futuro que a todos nos aguarda, en esta sociedad desapegada, comparada con la de mi hijo mayor, al que una diferencia tan pequeña le aparta como un abismo de los compañeros de su clase, una humanidad que habla de integración, pero que solo es de forma teórica, después al que no cumple con los cánones mejor apartarlo como al eterno rarito. Mi pobre Manué, se une tu característica a mi total falta de carisma, que supongo que has heredado, eso es lo que nos toca cielo, los ricos heredan fincas, los pobres nos conformamos con estigmas. A lo mejor te viene hasta bien, así nunca tendrás la dolorosa nostalgia, así nunca tendrás el sentimiento de tierra que tanto le duele al gaditano y te sentirás libre en cualquier parte de este planeta globalizado.
Perdonadme mis pequeños pero hoy, en la soledad de las horas libres del trabajo fuera de casa, me sentía melancólico, con este artículo atrapado en mi garganta que ha tenido que salir forzoso. A veces sufro pensando en el puto mundo que os aguarda, pero ahora en este bendito tesoro que son vuestras infancias solo trato de haceros los más felices que puedo.
En este tránsito sin libro de instrucciones que es la vida, solo quiero que en vuestros recuerdos permanezcan los baños en la Caleta, las tapitas en los bares y vuestras risas de plata, y que las cadenas que se forjen a fuego eterno sea la de la amistad entre dos hermanos que espero se protejan y ayuden, y a ser posible compartan el mismo suelo. DIARIO Bahía de Cádiz