Seguimos llorando en el barrio la pérdida del chirigotero, el que a la Viña venía a morir y aquí vivirá para siempre; hoy tu barrio se queda huérfano del tres por cuatro, con el grupo de Manolín en “horas bajas” o como ellos dirían “sin levantar la cabeza, aunque la que piensan no la levantara el viejo…”, solo nos queda el refugio del grupo de Juanlu Cascana para marcar con su compás las calles que hacen de frontera de este mundo dentro de un continente.
El barrio es desde hace muchos menos barrio, sin Valcárcel para estudiar, para ver partidos de futbito los domingos, sin las estridencias de la Huchi, sin la tortilla de Paco Culo, sin el taconeo de la escuela de baile de Pepín… ahora anda repleto de apartamentos turísticos regentados por señoritos del quinto coño: pan para cuatro gatos hoy y mucha hambre para mañana, el tiempo los pondrá en su sitio; cualquier hotel bien legislado, cualquier negocio daría más beneficio al barrio, limosna para el viñero y fortuna para los nuevos caciques.
Jaulas para albergar a cuatro guiris que desean bañarse en nuestra Caleta, hacer una visita obligatoria a un descafeinado El Manteca, para que estos analfabetos de nuestras cosas, vacilen en selfies junto al papel estraza, ignorando que Pepe, otro viñero eterno, no está para muchos trotes y casi no se deja ver, y mucho menos contar esas anécdotas de cuando era torero que llenan mi infancia cuando iba a comprarle una bolsa de hielo: “Tomás, despáchasela bien, que voy a contarle una historia a mi amigo”, me decía, cuando este cuarentón no era más que un tapón.
Hoy la Viña es menos la Viña, el barrio que sonaba a tango ganador, se resigna a que las bandurrias dejen de sonar mediante un coro juvenil. Ya no es barrio de peñas carnavalescas, el Erizo muerta y enterrada, Nuestra Andalucía son cuatro paredes de triunfos de antaño que la juventud ni conoce, El Charpa, El Purri, El Molondro… solo la que no lleva nombre de nadie, solo el sencillo Adoquín hace que el carnaval a cubierto siga vivo.
Hoy la Viña es menos la Viña: nos queda nuestra Caleta, aunque este año sin caballas, la Petróleo vendiendo números volanderos y una calle de la Palma prostituida a terrazas y forasteros. Hoy la Viña es mucho menos, y esperar a febrero cuando busquemos a lo lejos el pasacalles de un viñero de los de verdad, de los que no se fueron nunca, uno de los buenos. DIARIO Bahía de Cádiz