Es indudable que los medios mercantiles de todo el mundo manipulan a sus potenciales receptores para forjarles unas mentes contrarias al proceso revolucionario que desde 1998 pretende desarrollar Venezuela. Existen desde ensayos hasta investigaciones y tesis doctorales que lo muestran y lo demuestran. Que el llamado chavismo ha cometido graves errores es evidente (corrupción, monopolización de la televisión pública, pretender llegar demasiado lejos en su socialismo sin el contexto adecuado, malas formas de plantear sus argumentos como le ocurría a Chávez y ahora a Maduro con la diferencia de que Maduro no tiene ni por asomo el carisma de Chávez).
La pregunta sigue siendo el por qué de esta manipulación contra el gobierno de Venezuela. Y las respuestas están claras: los medios de comunicación más masivos e influyentes son del mercado, de las grandes empresas tanto mediáticas como no mediáticas, no son ni el cuarto poder ni un contrapoder, son un brazo del primer poder que es el de las finanzas y las grandes empresas, a su vez bien articuladas por numerosos intereses. Esos medios estiman que el sistema que sustentan es el menos malo, por tanto, quien atente contra él debe ser destruido y es ésa la idea central que de manera casi unánime envían a los ciudadanos y es lo que los ciudadanos te dicen en una conversación casera, de bar, de restaurante o de amigos o vecinos.
Todo poder necesita unos altavoces que sean las voces unificadas de sus amos. El chavismo supone una amenaza para el orden mundial, ha impulsado alianzas internacionales entre países con situaciones geopolíticas concretas y con materias primas que interesan a occidente, empezando por Estados Unidos y por España, los países más inversores en América Latina, algunas multinacionales españolas o con raíces españolas logran más beneficios en América Latina que en España o el resto del mundo. A Emilio Botín y su Santander, Hugo Chávez los “botó” de Venezuela y al BBVA casi lo hace y ambos bancos poseen intereses en Prisa, en Vocento, en Telefónica… Los bancos tienen una numerosísima cartera de clientes, empresas en las que participan, prestan dinero… Entre ellas están los medios de comunicación mercantiles que por ahora son los más influyentes, los que crean eso que se llama agenda setting u orden del día mundial en las mentes de los ciudadanos. Por eso cuando usted se está informando de Venezuela a través de esos medios no está recibiendo periodismo sino propaganda de agitación y propagación del odio hacia un gobierno, movimiento, personas, que no desean entrar por el aro de una nueva dictadura: la del mercado.
A la vista de lo anterior –y de otras muchas campañas de intoxicación contra los enemigos- los públicos han dejado de comprar diarios y de darle crédito al periodismo “tradicional” y muchos se han desperdigado por los nuevos medios digitales en red o por la red en general. Allí también han hallado intoxicación mediática pero, asimismo, otras posturas más equilibradas y rigurosas que no limitan el discurso al sheriff bueno y al bandolero maligno.
El mensaje intoxicador tiene la finalidad de justificar cualquier cosa. El chavismo ha querido dar un paso adelante en el servicio a la sociedad pero sin limpiar antes la casa de elementos que impiden que sus pretensiones se puedan consumar, eso hubiera sido un pretexto para que occidente interviniera militarmente. Creo que es algo pionero en la historia: intentar implantar el socialismo con el enemigo del socialismo dentro y además articulado con los enemigos exteriores. Todos ellos se encargan de asfixiar al país mientras que la propaganda sigue y como los humanos cometemos errores y el chavismo los ha cometido, ahí tenemos el caldo de cultivo para uno de esos golpes de estado made in siglo XXI que son menos toscos que los del pasado siglo, tienen más glamur, no hay que crear mártires como Allende.
El Poder internacional no puede permitir que el ejemplo de Venezuela siga, ya está parándolo, ya está la embajada de EEUU en La Habana pero aún falta un petróleo que controlar: el de Venezuela, los demás ya los tenemos en nuestras manos (bueno, en las de EEUU y con el permiso del Estado Islámico) y el petróleo tiene los días contados, lo necesitamos para nuestra industria y para nuestro tren de vida. No creo que nos atrevamos a intentar quitárselo a Putin porque tiene armas nucleares, Venezuela no las tiene –que yo sepa- pero debería tenerlas porque es la única forma de que te respeten en este mundo. El equilibrio del terror de los tiempos de la guerra fría nos trajo más paz y menos tráfico de armas que este mundo tan democrático donde se supone que se ha acabado la historia con el triunfo del liberalismo transformado ahora en su versión radical neoliberal que se viene gestando desde hace decenios.
Y así están las cosas, malos tiempos para el socialismo (el de verdad, no el del PSOE, claro). Ahora hay que preguntarse por qué cada vez que el ser humano intenta ser más solidario sencillamente fracasa. Y por qué quien sale adelante son los sistemas menos solidarios. Eso sí, al final nos queda el consuelo de una ONG (algunas con financiación dudosa o de los propios gobiernos insolidarios del mercado), un voluntariado y demás instituciones que creamos con el argumento de que menos da una piedra.
Venezuela no ha jugado a ser progresista, Venezuela está intentando que el ser humano sea mejor con sus semejantes, allí van en serio, no persiguen caridad ni paños calientes sino justicia, si fracasa –por elementos casuísticos externos y/o internos- puede que sea un fracaso más de la especie humana como especie filantrópica. Pero no hay que deprimirse por eso, lo que hay que hacer es estudiar a fondo el problema por si tuviera solución. Alegrarse sería lógico para quien se mueve por impulsos emocionales y carece de personalidad, acercándose peligrosamente a la condición evolutiva de otras especies. DIARIO Bahía de Cádiz Ramón Reig