Mira allá, sobre la colina, y verás gigantes. Son amenazadores, incognoscibles. No utilizan las palabras como nosotros, que suplicamos, maldecimos, confesamos. Ellos funcionan de una manera milenaria, arraigada profunda en la brutal normalidad de la Naturaleza. Tú y yo poseemos el interés por compartir y deliberar. Ellos, en cambio, desde la más primigenia antigüedad únicamente entienden como válidas las normas del ordeno y mando entre otras cosas porque, veámoslos más de cerca, sólo tienen un ojo. Y ese ojo mira allá, o allá, y son incapaces de abarcar. Sólo ven lo que puede verse, y no saben hacer el amor, presos de la confusión acerca de dónde mirar. Y no saben nada del Arte, y apenas de la guerra.
¿Qué me dices? ¿Tuvieron primero un ojo y se atrofió su natura? ¿O es que a su esencia corrupta sólo le bastaba con una dirección e hicieron desaparecer el resto de sentidos?
Los gigantes son gigantescos e informes. Pretenden vivir en grandes cuevas, poseen todo lo que pueden y depredan al infortunado que los observe, con gritos y más sutilmente con alguna que otra demostración de fuerza desmesurada. Y yo me pregunto hasta qué punto ser gigante es ser excepcional. Sin duda alguna son sobrehumanos, y por ello nosotros estamos en esta colina distante de su colina, escondidos y agazapados porque nuestro sino no es la superficial monotonía de la supervivencia, sino el infortunio poético, la catástrofe política.
Nosotros somos terribles, y nunca terminaremos de saber si nos refugiamos o nos exiliaron. Porque lo terrible no es lo terrorífico, lo terrible es la conmoción, la emoción, cualquier cosa que despierte nuestra phrónesis, nuestra voz; y nos haga arder el corazón, los pulmones y las manos. Lo terrible no es no ser humano, o ser casi humano. Es terrible serlo o pretenderlo, y surgen leyes, surge el Caos y a ello oponemos nuestra Razón y nuestras pasiones. Y nos obligamos nosotros a sentarnos y observar a los gigantes, que no discuten, dedicados a cazar al azar, comer y dormir. Ya ni siquiera se acuestan juntos en esa turba artrítica.
Lo terrible es ser humano, y tal vez por ello en nuestra colina sólo estemos tú y yo. DIARIO Bahía de Cádiz