Escribo esto tras ver en redes sociales que un equipo de fútbol de Jerez se ha proclamado campeón en su liga, en categoría alevín. Y como estamos hiperconectados, me llega que unos de los progenitores publica un vídeo del pasillo de campeones que deciden hacerle a jugadores y monitores como homenaje, “ya que los que han perdido no lo hicieron”.
La cuestión me lleva directamente a ese modo tan sucio, las malas artes y la falta de sensibilidad y educación que muchas personas han llevado al deporte y, lo más grave, al deporte base. De esta manera, un espacio que tendría que ser una potente herramienta para formar y educar a los más jóvenes a través de la diversión que proporciona el deporte, se está convirtiendo en un auténtico estercolero, donde los adultos proyectan sus frustraciones, embarrando el espíritu deportivo y de superación que debe acompañar a los menores.
Sí, porque un poco por el deporte espectáculo que nuestros hijos ven a través de los programas deportivos actuales y en parte por ese afán que tienen muchos padres de crear y tener un Messi o un Cristino Ronaldo en casa, al final, lo que encontramos son futuros juguetes rotos.
El deporte base tendría que servir para enseñar a los pequeños a trabajar en equipo, a que sean capaces de sacrificarse y dejar a un lado el ego por el bien del conjunto. Tendría que ayudar a mostrar que a veces el camino es tortuoso, que la vida te va dejando tantas o más derrotas que victorias y que el triunfo depende del cristal con el que se mire.
Sería bonito ver que quienes asumen la responsabilidad de dirigir equipos en edad infantil no lo hacen por capricho, que no eligen sus equipos por el hecho de que se les garantice la victoria siempre con plantillas seleccionadas, sino por el mero hecho de educar y enseñar que en el deporte, como en la vida, el sacrificio, el esfuerzo, las ganas de aprender de los errores, de mejorar tus virtudes y de divertirte con lo que haces tiene que estar por encima de todo.
Es una pena ver cómo el progenitor de un futbolista alevín es capaz de atacar al equipo contrario por una tontería, porque así comienzan muchas veces los enfrentamientos en los campos de fútbol. Así se fomenta la rivalidad mal entendida, la falta de respeto a quien compite contigo. Y después nos llevamos las manos a la cabeza, sin pensar que igual estamos a diario echando leña al fuego. DIARIO Bahía de Cádiz