Tengo un problema severo con mi actual desarraigo político. Me tocan la moral tanto unos como otros casi siempre. Me indigna la actitud de superioridad con que el espectro escorado a la derecha contempla a las nuevas formaciones políticas y el desprecio hacia sus votantes. Da la impresión de que si no les votas a ellos eres menor de edad o un iletrado. Ellos saben lo que hay que hacer. Ellos saben lo que nos conviene, que no os enteráis populacho.
Ayer viví en directo la jornada electoral puesto que me tocó trabajar como representante de la administración. Lo bueno es que puedes observar las reacciones de unos y otros investida de esa neutralidad que te da tu misión administrativa. Sin sentimientos. La administración no tiene sentimientos, me recuerda siempre una colega admirada y querida.
El inesperado resultado gaditano dejó en evidencia a más de uno y anécdotas para empezar y no parar, pero lo triste es que la historia se repite machaconamente una y otra vez. Nada nuevo bajo el sol. Las mismas actitudes en unos y otros. Las mismas miserias.
Por otro lado todo funcionó a las mil maravillas y puedo decir orgullosa que nuestra madurez democrática en cuanto a la gestión y organización es impecable. Es decir, sabemos hacerlo. Sabemos organizarnos y sabemos trabajar todos juntos. Funcionamos Nada más y nada menos.
Ahora, pensé, queda la apasionante tarea de comprobar si serán capaces de dialogar, ponerse de acuerdo y pactar, porque dados los resultados no les va a quedar más remedio. Tal vez, pensé, escuchen a los ciudadanos que les hemos votado y se den cuenta de que necesitan trabajar juntos de una buena vez. No unos contra otros como vienen haciendo en un ridículo y tú más que no lleva a ninguna parte. A lo mejor se dan cuenta de que están ahí para gestionar el espacio compartido en que todos vivimos, de que para ese trabajo, es para el que los hemos elegido.
Pero no amigos, esto es una cruzada en la que ganan o pierden “los míos”.
Somnolienta, a las ocho de la mañana la radio del coche me devuelve a la realidad. Uno de los candidatos con más posibilidades de llegar a ser el alcalde de mi ciudad habla de lo que hasta ahora les han robado a “los míos”. También cita orgulloso el hecho de haber llegado a donde ha llegado (con nuestros votos) siendo el hijo de un trabajador que se dejó los pulmones en su oficio.
No les voy a decir lo que voté ayer, no suelo hacerlo, pero que nadie saque conclusiones equivocadas. Le diría lo mismo a cualquier candidato de cualquier tendencia política al que le hubiera escuchado ese discurso:
¡¡¿Los tuyos?!!
¿Quiénes son los tuyos?
Creía que los tuyos y los de cualquiera que se presente a dirigir una ciudad, son todos los habitantes de la misma ¿Crees que los demás no tienen un padre que se dejó la piel trabajando? ¿Crees que en este estado de corrupción y desvergüenza generalizada, no han robado quienes quiera que sean los tuyos? ¿El notario que pasó los mejores años de su juventud estudiando encerrado entre cuatro paredes y cuyo padre curró toda su vida sin descanso, es de los tuyos? ¿El empresario que arriesgó y se quedó en Cádiz con todo en contra, es de los tuyos? ¿Los que libremente llevan a sus hijos a un colegio concertado o privado, son de los tuyos? ¿Los que religiosamente pagan impuestos, hipotecas y cotizaciones, son de los tuyos? ¿Los que jamás han recibido una subvención, beca o ayuda de nadie y pagan todo con mucho esfuerzo y con su dinero, son de los tuyos? ¿Los que opinan diferente, son de los tuyos?
¿De qué se trata esto entonces?
Ya lo dijo Lampedusa: “Que todo cambie para que todo siga igual”. La pena es que por un momento… me lo había creído. DIARIO Bahía de Cádiz