Desde siempre y llegado el Día de la Hispanidad -como lo fue ayer- he sentido en mi interior la voz de América, pero la de habla hispana. Es decir, la que va de Méjico a Chile bajo el punto de vista antropológico.
Visitarla, ha sido, es y sigue siendo para mí una gran asignatura pendiente, más por -probar- que por aprobar. Aunque ésta posibilidad no está totalmente descartada, si bien por el momento permanece en eso: «pendiente» no obstante tener familia en Uruguay (primos hermanos por la rama materna) y probablemente por averiguar, una gran parte de mis antepasados paternos en Argentina.
Dicen que el español que no ha visitado América, no conoce a España. Y aunque el sentido de la frase resulta muy significativa e inquietante. ¿Cuánto me gustaría comprobarlo personalmente? ¿Y cuánto me gustaría contrastar la voz de las dos orillas?
Reflexionando sobre estas frases, no sé exactamente, hasta qué punto pudiéramos tener una deuda contraída y pendiente con sus gentes desde el descubrimiento o el encuentro; porque en realidad la cuestión o la gran pregunta -sin dudar nada- se puede plantear de esta manera: ¿quién descubrió a quién? ¿O, quién llegó supuestamente antes que los españoles?
Pero lo que sí sé según las noticias que nos llegan de allá (como dirían ellos), el sentido de la -madre patria- creo que ya no es el mismo ni tiene igual predicamento que tuvo en tiempos pasados. Y si es así, no cabe la menor duda que algo no hemos hecho bien.
A una noche de insomnio sucedida en los años ochentas y al éter y a las ondas, le debo que me abrieran una ventana imprevista, que más tarde, me proporcionaría mirar por ella para aumentar más mi interés por los países Centro y Suramericanos. O sea, todos los de habla hispana o hispanos parlantes.
Este hallazgo, resultó ser tan llamativo como apasionante. Descubrí que radio Praga emitía un programa en español, que se titulaba -el correo del oyente- dirigido a los radios escuchas de la América Latina, en el cual, se facilitaban direcciones solicitando establecer contactos epistolares.
Puse mano a la obra y en un relativo corto espacio de tiempo, logré hacerme con más de un centenar de relaciones, que me enriquecieron culturalmente; mostrándome más de cerca sus costumbres e intercambiando objetos y mil cosas.
Esta experiencia, resultó ser tan llamativa como apasionante. Y me di cuenta en todas sus apreciaciones -que no protestas- el mismo denominador común de la reminiscencia nostálgica de sentirse en cierto modo -abandonados- pero sin reproches ni rencores, harto al contrario, respetándonos, por el gran legado cultural recibido, especialmente el de la lengua de Cervantes. Siempre refiriéndome al pueblo llano.
Por otra parte, las historias de la historia; la oficiosa y la oficial, la meso historia, la intrahistoria y las leyendas, nos desvelan contrasentidos, que pudieran en cierto modo desvirtuar o confundir hechos de la historia real y verdadera por no concretarse, tal vez, con una claridad fidedigna en determinados casos.
Tampoco tenemos exactitud real, pero si sospechables de lo que fue realmente la esclavitud, las minas de oro de Potosí, el oro y la plata de Méjico, los yacimientos petrolíferos, los de cobre y nitratos, el tráfico humano, la coca o el caucho y un larguísimo etcétera.
Las especulaciones, la escasez de dirigentes idóneos, los intereses, las corrupciones, la presencia del gran coloso del Norte y lo que pueda tocarle de nosotros mismos, ha repercutido, como no, en el despegue definitivo de ese inmenso continente. Continente que por sus recursos naturales, sus riquezas y por su amazonia; pulmón y reserva del planeta y sobre todo por sus gentes -las de a pie- creo que bien merecen, al menos, ser mejores comprendidos y considerados. DIARIO Bahía de Cádiz