El pasado domingo, el Papa Francisco tuvo un feliz encuentro en Roma con los abuelos y los ancianos de todo el mundo; destacando en el citado encuentro, la importancia que la figura de estos mayores tienen en la sociedad actual. Y el pasado día 1 en nuestra sociedad local también se ha exaltado su labor y su importancia.
De dichos actos, surgió la idea de dedicarles a nuestros queridos abuelos este artículo como reconocimiento y homenaje público a la ayuda y a la entrega, que vienen prestando en los tiempos que corremos. Y reza así… Creo que la prosperidad de un país depende en cierto modo, de las actuaciones y de los comportamientos de sus habitantes; pero fundamentalmente de los que integran y dirigen sus instituciones y sus estructuras.
Y éstos habitantes bajo el denominador común de ciudadanos; han formado las distintas generaciones que se vienen sucediendo con el paso de los años.
Cada generación se ha distinguido; aportando algo significativo a la civilización y se ha caracterizado por sus propias peculiaridades en la construcción de un mundo mejor y en la búsqueda de una sociedad más justa.
En nuestro querido país, las generaciones procedentes del primer tercio del siglo pasado y tal vez algunos años después, tuvieron que vivir con bastante precariedad por razones obvias de escasez y racionamientos.
Pero a medida que pasaron esos años, fueron posicionándose en la vida, no exentas de dificultades y sacrificios, hasta conseguir sus propios y más perentorios objetivos: hogar, familia y trabajo.
Con esos argumentos, escasos recursos y mínimos estudios, se esforzaron y contribuyeron a levantar el país, cada uno desde sus conocimientos: trabajando con fe e ilusión, con voluntad y solidaridad; independientemente de sus ideas.
De esas generaciones, excepto los que se quedaron en el camino (demasiados) se encuentran ya jubilados. No obstante, incluso los hay con 90 y más años -pocos- pero algunos quedan todavía y con achaques o sin ellos, otra vez y por razones obvias, tienen de nuevo a su cargo, a uno o a más de uno de sus hijos y algunos nietos que mantener y sustentar, sin que ninguno de ellos, constituyan instituciones, asociaciones ni gobiernos, sino simplemente «Los Abuelos de España».
Es cierto que el mundo actual atraviesa una gran crisis económica que se agudiza más según en qué país. Y en el nuestro, no sólo es evidente su deterioro sino que afecta entre otros, a los pensionistas precisamente, a esa gran masa generacional que lo dieron absolutamente todo y todos juntos ayudaron a reconstruir el país.
Y por ende, forjaron su futuro y el de los suyos, tratando de asegurarse para sí, pasar el último tramo de sus vidas; sosegados y en paz. Y para eso, apostaron para dejarles también a sus hijos: un panorama resuelto, mejor y más próspero.
Sin embargo, son los jubilados otra vez, además de los funcionarios y otros colectivos; las tablas salvadoras más fáciles e inmediatas para intentar salir con sus aportes de ese desajuste económico en donde nos encontramos.
Desajuste que se ha provocado y -de qué manera- cuando en mi opinión y creo que también en la de muchos ciudadanos, caben soluciones más lógicas y justas que ejecutadas con valentía y coraje; aliviarían o resolverían en su mayor parte o en su totalidad el tremendo déficit que sostenemos.
Establecer las medidas correctoras, supongo que serán necesarias, pero quizás insuficientes mientras no se supriman -las verdaderas causas- que nos están arruinando y que se sigue sosteniendo sin que se perciba una reducción más severa o mejor: una erradicación definitiva. Y mientras tanto: ¡ahí están los abuelitos! ¿Os imagináis cuánta labor social, económica, de servicio y de ayuda vienen prestando y solucionando, a pesar de sus limitadas pensiones?
En consecuencia: ¿No creen ustedes que existen motivos más que suficientes para gritar al menos, alto y fuerte: ¡no es justo! Y al mismo tiempo, decirles públicamente como homenaje a su inmensa labor de protección y ayuda: ¡Gracias abuelos por vuestros aportes y vuestros desvelos! ¡GRACIAS! DIARIO Bahía de Cádiz