A una amiga mía esperando el resultado de una operación muy grave de un familiar, se le saltaron las lágrimas y la enlace del hospital con atención a los familiares, le dijo con voz destemplada: “¿Tú vienes ya llorada de casa?”.
Mi madre decía que a palabras necias, oídos sordos, pero no dijo nada de las estupideces que nos regalan los necios.
Cuando salgo sin que amanezca el día, a llevar a uno de mis hijos mayores a la Universidad, siempre rezo a los espíritus afines para que aparten a los necios de mi camino. A los descerebrados que se enchufan por la mañana un coñac en ayunas, a los que se dicen que la droga no les afecta, a los que la depresión por cómo va todo se les consuela con pildoritas de colores.
Hay muchos, no se me encelen, que cada uno tenemos, no una cruz, sino un necio en nuestro armario. Algunos como yo misma, varios. Por eso voy como mi amiga, llorada de casa, porque se me saltan las lágrimas por todos ellos, por los que atraviesan del paso de peatones, crujiéndose a toda leche cuando iba a poner el pie en las cebras mi hijo pequeño. Por la oriental que viene cada mañana desde la Base a sostén abatido, pidiéndote perdón a dos manos, cuando no frena ni por si las moscas, vibrando el coche como zapato suelto, con la cercanía milimétrica de tu cuerpo. Por el que te da codazos al menor chascarrillo que solo ríe el menda. Por la que está a los cuartos y alardea de Vitorio y Luchino de mercadillo, como si fuera de la última pasarela de Milán.
En la política igual, que esto es un partido de Nadal jugado por Beny Hill, y nosotros los espectadores, expectantes como suricatos, con tortículis lacerante de tanto asombrarnos de pactos y repartos.
Mi amiga estaba dolida por las circunstancias, enmarañada su aflicción, sin ganas de soltarle dos buenas hostias verbales a la persona que se supone que tiene que estar para dar información a la gente que espera el resultado de una operación en un descansillo al lado de la escalera, con sillones tan cómodos como portavelas.
Los necios son así, de mercadillo de a peseta, desfasados y engastados, como las filigranas que se dicen de plata y son argamasa. Como los que nos adoctrinan y no predican con el ejemplo, como los conversos, los tragaeuros, los arrastrados y los penitentes de los sobres, amaestrados y luego huidos de las fotos de cabecera de la prensa, patética enmienda que no tiene más jubileo que los fondos que reservaron en una cuenta secreta.
Es la imagen de la necedad el creerte por encima del pueblo, de la soberana legitimidad de la ley y de lo que has esquilmado con el poder que te daba tu presencia palaciega y luego no quererte sentar en un sillón adobado con los impuestos de todos. DIARIO Bahía de Cádiz